domingo, 19 de diciembre de 2010

Llamada Perdida

Tengo una llamada perdida, es la frase más corriente entre los que llevan móvil, es decir todos. De momento no se sabe quién llama, o si se equivocó de número, o tal vez no quiere gastar de su tarjeta y lo que pretende es dar un aviso para que le llamen. Pero puede significar muchas cosas más: te pueden invitar a una quedada con el pedido incluso de pásalo o póntelo; o puede que te estén convocando para que te manifiestes quién sabe donde. Lo más probable es que sea la llamada perdida de algún político.

Estas llamadas suelen tener lugar a destiempo y a media luz: cuando vas al volante, entras a clase, o estás en éxtasis con una nueva experiencia durante el fin de semana ¡Un sobresalto inútil!, por culpa de algún pesado.

Yo no hago caso a las llamadas perdidas, por lo que pueda pasar. Un día me llamaron a La Habana para tomar la cerveza en las Cristaleras de Alfonso X; contesté al teléfono, y ¡cara cerveza! Otra vez, no es broma, fue en Moscú hace unos meses; y cuando marqué ese número, ilusionado ante alguna noticia importante de mi tierra, o bien de alguna entrevista con los hijos de Putin; resulta que era mi vecina Lola, que había perdido las llaves.

En fin, que no acepto llamadas perdidas, a no ser que vengan del Más Allá; y ahí incluyo al ángel de la guarda, a un amor imposible que tuve en mi juventud (era mujer), al espíritu de mis progenitores, a Ratzinger, Sigmund Freud o el juez Garzón. Y poco más. Ya me gustaría a mí hablar con Isabel la Católica para preguntar por qué le llaman Católica; o con María Magdalena para saber de una vez si es ella la del cuadro de Leonardo; aunque no hay duda de que es ella la que está a la derecha del Maestro durante la cena, diga Da Vinci lo que quiera.

Esta llamada perdida, sí la respondería gustoso, a pesar de los costos por tan larga distancia. Me encanta el papel de esta mujer apasionada, siempre entre dos luces, defenestrada sin contemplaciones por el machista de Tarso; pero erótica, voluptuosa, sensual, es decir creyente de otra vida. Ahora, ¡lo que son las cosas!, La Magdalena constituye el último tabú para tantos “meapilas” que frecuentan sesiones interminables en innumerables sectas.

A pesar de este capricho mío, no hago caso de llamadas perdidas. Me ha dicho mi médico que no tome disgustos, y el teléfono da muchos. No es preciso añadir que se trata de un médico tímido, pacífico y del Opus. Gracias a este médico pacífico, he empezado a relacionarme con la gente como si estuviera otra vez pidiendo permiso para vivir. Él me ayuda a prevenir males físicos, pero hay que reconocer que a cambio estoy perdiendo altruismo, previsión de futuro y sentido del humor. Por lo que al final, no hago caso de nadie, ni siquiera del médico.

He decidido jugármela, y probar todo lo bueno ¡Qué bien se queda uno, cuando desobedece! No tendré éxito, pero disfruto. En adelante seré un rebelde con causa, por supuesto; es decir, un ser humano que ha logrado librarse del éxito, que generalmente convierte a quien lo alcanza en un cretino. Eso sí, con innumerables llamadas perdidas entre dos luces.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Shakespeare y el Aceite de Oliva

¿Qué tomas para desayunar?
Hoy quiero proponerte algo: Un buen desayuno es fundamental, sobre todo teniendo en cuenta el estrés y los problemas que tienes en el trabajo, en tu familia y en las relaciones sentimentales ¡Escúchame bien!, llevas una vida muy acelerada, y el estrés puede acabar pasándote factura.

Yo tengo muy claro lo que hay que hacer. Primero, dile a esa persona que te pisa el callo: “Mi médico me ha dicho que no tome disgustos”. Después, cuida el desayuno. Debes tomar tostadas con aceite de oliva virgen extra, a ser posible ecológico. Algunos de mis amigos lo toman, diariamente; y desde entonces ¡mano de santo!, se sienten bien y pueden con todo. Yo les auguro diez años más de vida. Claro que hay un secreto que voy a desvelar porque me interesa tu salud, también la psicológica: Se trata de poner más cantidad de aceite que de tostadas.

Ahora piensa un poco en las tostadas, que la cosa también tiene su intríngulis: las tostadas constituyen la delgada línea que separa a miles de jóvenes solteros de la muerte por inanición. Cuando algunas madres le dicen a sus chicos que hagan tres comidas al día, a menudo se traduce en tres rebanadas de pan de molde bronceadas en la tostadora, con diversos y grasientos ingredientes; claro que no le ponen aceite de oliva, ecológico, virgen extra, ¿lo he dicho bien?

Yo prefiero el pan normal, -no de molde-. Y no acabo de entender por qué algunos le quitan la corteza al pan. Estas personas ignoran dónde reside el verdadero placer. La gracia de las tostadas está en que sean crujientes, costrosas y crustáceas. Puede que hacer tostadas parezca fácil, pero no lo es; y esa es la razón de que nadie pueda hacerlas como a ti te gustan. Si están frías, son algo muy triste, y nos ofrecen una pequeña visión de la muerte, de algo que has conocido cálido y reconfortante, y ahora está frío y rígido.

Si este pensamiento te deprime, mete otro par de rebanadas de pan blanco, -el pan moreno no es tan bueno como lo pintan-, bien doradas, crujientes al tacto, y a continuación empapadas en aceite ¡Esto es cocinar! Y es la razón de que los solteros prefieran las tostadas con aceite, a la cocina de los restaurantes de lujo. Desayunar tostadas con aceite de oliva, es como leer a Shakespeare, que no cansa nunca.