domingo, 25 de septiembre de 2011

CONVERSACIÓN EN LAS AULAS

Como podéis ver, soy un profesor ya mayor, por tanto no debéis esperar que esté a la altura de mi productividad de hace unos años. Con todo, puedo decir que he reunido una gran experiencia; 36 años de experiencia universitaria dan para mucho.
Pero mi actitud hacia vosotros, es una actitud de curiosidad. ¡Es tanto lo que quisiera aprender! Me interesa mucho saber cuáles son las preocupaciones que tienen hoy los jóvenes. Me interesa mucho conocer la situación que están atravesado con motivo de la crisis económica. Me interesa conocer la universidad, que camina hacia un futuro incierto ¿Estáis contentos con esta universidad?

Os propongo para este curso, que las clases sean como una conversación. Cuando uno habla, le habla a alguien, pero cuando toma apuntes hay un papel entre ambos que distorsiona la comunicación. Los apuntes son un grave atentado al aprendizaje; se convierten en elemento foráneo, en un intruso que altera el encuadre necesario. Estoy convencido de que sólo se puede aprender a través de la conversación. Ser universitario es estar instalado en medio de un debate, y en la discusión unos y otros reconocen que todo es discutible. No se trata de que podamos decir lo que pensamos, -para lo cual ya hace falta arrojo-, sino sobre todo de pensar lo que decimos; y la conversación es la forma de aprendizaje más noble que hay. Es urgente generar, por tanto, en las aulas espacios de conversación.

Como es lógico, determinadas unidades del plan de estudios deben respetarse, pero lo decisivo es facilitar a los jóvenes la capacidad de enmendar sus propias carencias de saber, a través de su propia actividad. La formación debe consistir ante todo en potenciar las propias fuerzas allí donde uno percibe sus puntos débiles, y no confiarla a la envoltura engañosa de las calificaciones ¿Pero cómo llevar a cabo esta formación, si no existen grupos preparados para ello? Ahora en las universidades españolas tenemos grandes aulas a las que asisten decenas de estudiantes. Ni el profesor puede reconocer al alumno dotado, ni se pueden reconocer entre sí los que congenian. Es un ajetreo desesperante. Algo diferente he visto en las universidades americanas.

Los títulos, las especializaciones y también la mediocridad han ido en aumento, a despecho del nombre universidad. Si observamos las tesis doctorales que se presentan, es terrible constatar que todas se parecen mucho, (en algunos casos son prácticamente iguales, como hechas con el mismo molde), y en general su contribución científica es mínima, por no decir nula. En muy pocas ocasiones las experiencias decisivas y la propia capacidad de juicio y formación se ponen de manifiesto. Hoy en día, de lo que se trata es de adaptarse a lo legitimado, de manera que uno no puede decir su parecer a no ser citando un libro o corriendo riesgos; y esta es la razón de por qué en la universidad pública española apenas unos pocos se atreven a disentir. “Que no se sepa, que no se diga, que no se note”, es decir “estilo universitario¡Hay que acabar con esto!

Se oye hablar mucho actualmente de “evitación de riesgos”, y se practica en las organizaciones el seguimiento de reglas para evitarlos. Pero, ¿quién ha aprendido realmente, si no ha sido de sus propios errores? Hay que vincular la educación a la investigación y a la innovación, sin miedo a los riesgos. En unos momentos en que todo está uniformado, y predomina un color gris, monótono y aburrido, es necesario que hablemos en clase con espontaneidad y con total libertad ¿Nos llevarán otra vez al "Tribunal de la Inquisición", por ello?

Se trata de hablar a alguien; alumno, profesor, compañero, con especial sensibilidad. Es la única manera de formarse. Este curso es una oportunidad.

lunes, 12 de septiembre de 2011

MORIR DOS VECES

De los temas que estudia la Psicología, hay uno que despierta especial interés: el poder de las ideas. Ilusiones, esperanzas y sueños, a pesar de que pueden parecer inaccesibles, son precisamente lo más real y humano de nuestra vida.

El carácter radical de la crisis, pone de manifiesto que lo que está en juego son las ideas más incuestionables, el horizonte de nuestros significados, nuestra comprensión cotidiana de la vida. De ahí nuestra falta de disposición a tomarlo completamente en serio. Esto explica también la actividad obsesiva de algunos directivos: se entregan a una actividad frenética, trabajando todo el tiempo, pero sin ideas: "debemos ser muy activos, hasta que alguna voz nos saque de ese universo cerrado y autista, en el cual los ruidos sin significado reproducen el sentido básico de la crisis".

Tal vez pueda parecer todo esto puramente especulativo, pero las cosas no son como parecen, de ahí nuestra gran capacidad de engaño. También la idea de que la propia naturaleza conoce sus leyes y se comporta en concordancia con ellas nos parece, descabellada y absurda. Tendríamos que preguntarnos por qué se repite con tanta regularidad en los dibujos animados: el gato persigue salvajemente al ratón, sin advertir el precipicio. Cuando la tierra desaparece bajo sus patas, el gato no cae, y sólo se desploma al mirar hacia abajo y ver que está flotando en el aire.

Otro argumento a favor de esta conjetura es que encontramos la misma paradoja en un sueño, registrado en el libro “la interpretación de los sueños” sobre el padre que ignora que está muerto: sigue viviendo porque no sabe que ha dejado de existir, como el gato de los dibujos animados que continua corriendo porque no sabe que no hay tierra debajo de sus patas.

Nuestro tercer ejemplo es el de Napoleón en la isla de Elba: históricamente ya no tenía vida (había pasado su momento), pero seguía vivo (en el escenario de la historia) porque no había tomado conciencia de que estaba muerto, razón por la cual debió “morir dos veces”, ser derrotado por segunda vez en Waterloo.

En ciertas instituciones, o aparatos ideológicos encontramos la misma sensación: aunque son claramente anacrónicos, subsisten porque no lo saben; siguen vigentes porque no tienen conciencia de que ya están muertos.

En la realidad psicológica, encontramos una serie de entidades que sólo existen sobre la base de una falta de reconocimiento, en la medida en que algo queda sin decir. Cuando finalmente el sujeto se entera de la verdad, “la tierra desaparece bajo sus pies”.

¿Quién asume la tarea de recordarles a tantos cantamañanas, el hecho desagradable de que ya están muertos?

viernes, 2 de septiembre de 2011

ADÚLTEROS

Son las 10.30h. de hoy 23 de Agosto. Estoy desayunando como un canónigo”. Pero una rutina impropia, interrumpe mi estado de ánimo placentero: suelo ojear los periódicos mientras tomo unas tostadas con zumo y café con leche. Esta vez empiezo por El Mundo (en el que escribo), sigo con El País (que es el que compro), y finalmente leo La Opinión (que es mi regional). Pues bien, a lo que voy, tres titulares “me dan el desayuno”:

PRIMER TITULAR: “El obispo pretende transmitir el espíritu Obama”. Se me atragantan las tostadas con aceite de oliva virgen extra, de gusto y complacencia en un primer momento. Pero conocedor de los escritos bíblicos, tanto como el propio ordinario del lugar, pienso que no es posible. “Nadie da lo que no tiene”, dice el texto sagrado; y a este obispo le faltan ideas. Que es una buena persona, no lo dudo. Que cuenta con la bendición del influyente Mendoza, lo sé. Que sin el dueño de la UCAM, no sería obispo de Cartagena, lo afirmo. Pero lo que ha dicho, adultera el mensaje. El adulterio siempre encierra un engaño. Y, lo más grave, el adulterio es pecado.

SEGUNDO TITULAR: “Rajoy pasea con su esposa por la playa”. Ilustra este titular, una foto del próximo presidente del gobierno, en bañador. Es un bañador de marca, pero rancio y obsoleto. Pienso que para decir las cosas que este hombre dice desde la playa, no puede hacerlo con ese bañador. Y ¡vaya veranico que nos han dado! Lo que dicen, tiene que ser cierto; al menos yo me fío de Cospedal, de Arenas y hasta de Pons. Pero no estoy de acuerdo con los políticos inoportunos que interrumpen el placer del verano, llenando las vacaciones de interrogantes.

TERCER TITULAR: “Zapatero es cuanto menos, cómplice de los Torquemadas”. Quiere decir que existe la Inquisición, y por supuesto que hay víctimas. Son palabras de Don Mariano Rajoy; y si lo dice, es que tiene pruebas. No me cabe la menor duda que las presentará ante las instancias pertinentes. Mientras tanto, “este paseo es genial. Me ayuda a desconectar, camino, me baño, y cuando ya me estoy yendo, siempre me cae la foto de algún turista”, dice el bueno de don Mariano ¡Anda que como se enteren los Torquemadas que lo pasa bien!

Completo mi información con una entrevista que viene en páginas interiores. En ella queda patente quienes son los inquisidores, los espías y los difamadores. Si es verdad que fiscales y policías hacen eso, ¿a quién acudo con mi problema? Si Zapatero es “cuanto menos cómplice”, ¿en adelante a quién voto? Ya le voté entonces por sus cejas, por lo de Irak, por el Barsa, y poco más. Pero a partir de ahora, no me seduce ¡Mira que espiar a Don Mariano! ¿Y a Trillo? ¡Hay que ser cotilla para espiar a un cadáver político!

¿Saben qué?: No pienso votar más; ni siquiera a De Cospedal. Sería legitimar la alarma social. He decidido abstenerme. Ellos serán culpables de este inusitado comportamiento electoral. Pero no es de recibo que los políticos no me dejen tranquilo en vacaciones. Los currantes necesitamos descansar y desenganchar de proclamas que adulteran la realidad. Y como queda dicho, el adulterio es pecado.

Post Data: ¡Y no me dejan votar la Constitución!