El aprecio de las personas que para uno cuentan
es todo lo que quise obtener siempre, en lo personal,
de la política, y veo que lo he conseguido;
así que me considero afortunado.
José Ramón Jara
Acabo de hacer recuento de los amigos que aún tengo. Perdí algunos, -por mi mala cabeza, asumía riesgos innecesarios y esto no ofrece disfrute alguno a los agregados; además hubo quien tuvo miedo a posibles sanciones administrativas por andar metido en malas compañías-, pero gané otros. Uno de estos nuevos amigos fue José Ramón Jara. Le he conocido por dentro y estoy orgulloso de su amistad. Guardo los correos que hemos intercambiado en los últimos dos años, porque expresan el perfil de una persona inteligente y decente. Una rara "avis" en el horizonte de tanto mediocre dedicado a la política, “… para descansar la vista y el alma de tanta mediocridad…te invito a comer, y me voy a Escocia con mi mujer y mi hija…” escribía antes del verano.
Otro día me habla de que “hay que hacer una dirección fuerte comprometida y rigurosa…antes del cónclave, como acertadamente tú le llamas”; para al día siguiente expresar su desapego a cualquier sillón: “Las personas que no somos profesionales de la política ni queremos serlo…” ¿He leído bien? “En cualquier caso, te prometo que consideraré tu opinión (como siempre la he tenido en cuenta), y que al igual que tú, también continuaré siempre en la lucha, sea desde el lugar que sea”.
La amistad es un sentimiento de nobleza. “Si puedes ayudarme en cualquier cosa no dudes en decírmelo. Me encuentro de Baja con una ciática de caballo, pero para los amigos nunca está uno de baja…” Es su último correo. Le invito a la comida de jueves 6 de noviembre, pero ya no contesta. Después, ya saben: tristeza y dolor para muchos. Pero también los hay que, -en el colmo de la frivolidad o de la inconsciencia-, se apuntan al "llanto", dedicándole elogios incontrolados, calles ignotas, condecoraciones obsoletas, y quién sabe qué. Ni siquiera esperan a meditar quién era él, qué hizo y por qué lo hizo, de qué forma le gustaría que utilizaran su nombre, cuál era el sentido que daba a su vida… ¿Se trata de aprovechar el tirón por intereses “inconfesables”? Pienso que se ha trocado la verdad por el engaño, y son muchos los que ahogan la autenticidad con banalidades ¿Y no les da vergüenza?
Aquella noche, cuando terminamos de hablar sobre su muerte, quedaba en mi cabeza una idea terrible: somos analfabetos en el tema. Y eso que algunos, por "deformación profesional", no hacemos otra cosa que pensar y profundizar en el análisis de cómo, en qué y por qué se mueven las personas en la vida, y qué papel juega la muerte. Ante la muerte, silencio ¡por favor! No nos obliguen por enésima vez a oír las mismas cosas, las mismas palabras, los mismos gestos, repitiendo hasta la saciedad la misma "cantinela” ¡Es demasiado para el cuerpo! Y a continuación, los grandes espacios concedidos por los medios, (es lógico, se trata de una noticia importante).
Acabo de hacer recuento de los amigos que aún tengo. Perdí algunos, -por mi mala cabeza, asumía riesgos innecesarios y esto no ofrece disfrute alguno a los agregados; además hubo quien tuvo miedo a posibles sanciones administrativas por andar metido en malas compañías-, pero gané otros. Uno de estos nuevos amigos fue José Ramón Jara. Le he conocido por dentro y estoy orgulloso de su amistad. Guardo los correos que hemos intercambiado en los últimos dos años, porque expresan el perfil de una persona inteligente y decente. Una rara "avis" en el horizonte de tanto mediocre dedicado a la política, “… para descansar la vista y el alma de tanta mediocridad…te invito a comer, y me voy a Escocia con mi mujer y mi hija…” escribía antes del verano.
Otro día me habla de que “hay que hacer una dirección fuerte comprometida y rigurosa…antes del cónclave, como acertadamente tú le llamas”; para al día siguiente expresar su desapego a cualquier sillón: “Las personas que no somos profesionales de la política ni queremos serlo…” ¿He leído bien? “En cualquier caso, te prometo que consideraré tu opinión (como siempre la he tenido en cuenta), y que al igual que tú, también continuaré siempre en la lucha, sea desde el lugar que sea”.
La amistad es un sentimiento de nobleza. “Si puedes ayudarme en cualquier cosa no dudes en decírmelo. Me encuentro de Baja con una ciática de caballo, pero para los amigos nunca está uno de baja…” Es su último correo. Le invito a la comida de jueves 6 de noviembre, pero ya no contesta. Después, ya saben: tristeza y dolor para muchos. Pero también los hay que, -en el colmo de la frivolidad o de la inconsciencia-, se apuntan al "llanto", dedicándole elogios incontrolados, calles ignotas, condecoraciones obsoletas, y quién sabe qué. Ni siquiera esperan a meditar quién era él, qué hizo y por qué lo hizo, de qué forma le gustaría que utilizaran su nombre, cuál era el sentido que daba a su vida… ¿Se trata de aprovechar el tirón por intereses “inconfesables”? Pienso que se ha trocado la verdad por el engaño, y son muchos los que ahogan la autenticidad con banalidades ¿Y no les da vergüenza?
Aquella noche, cuando terminamos de hablar sobre su muerte, quedaba en mi cabeza una idea terrible: somos analfabetos en el tema. Y eso que algunos, por "deformación profesional", no hacemos otra cosa que pensar y profundizar en el análisis de cómo, en qué y por qué se mueven las personas en la vida, y qué papel juega la muerte. Ante la muerte, silencio ¡por favor! No nos obliguen por enésima vez a oír las mismas cosas, las mismas palabras, los mismos gestos, repitiendo hasta la saciedad la misma "cantinela” ¡Es demasiado para el cuerpo! Y a continuación, los grandes espacios concedidos por los medios, (es lógico, se trata de una noticia importante).
Yo le veo de otra manera. A veces aparece en mis sueños, su figura expectante, sencilla, recta…, pero en ocasiones bravo y audaz, como un pequeño Obama en esta Murcia, dejada de la mano de Dios. Pasan los días, pocos, y ya me han dado ganas de salir a la calle con una gran pancarta en todos los idiomas que dijera muy fuerte: Tengo un amigo, con cuarenta y cinco años, que desdeña y desprecia a mediocres, trepas y aprovechados, y sueña con un nuevo porvenir.
Tal vez algunos sonreirían casi sin darse cuenta, casi alegres, algo aliviados; y su sonrisa me acercaría más a los cuatrocientos mil millones de amigos míos, que esta mañana y esta tarde y siempre, tienen muchos recuerdos, visten sin color, y quieren irse como sea, a donde sea, irse de aquí.
Pero tú vendrás con la lengua quemada por la lluvia de sal.
Publicado el 16 de Enero de 2009