Con el retorno de los muertos, me estoy refiriendo a una persecución psicológica, y por lo tanto omnipotente ante la que no es posible escapar. La víctima de muerte violenta, no quiere estar muerta, y retorna amenazante una y otra vez. Sepa el lector, que no son invenciones mágicas o cuentos chinos, sino algo que tiene lugar en el mundo interno de la persona que mata, según los estudios realizados en psicología analítica.
En la literatura, en el cine, y el arte en general, aparece el fenómeno de forma persistente y reiterativa: Antígona con su insistencia en una demanda incondicional: el entierro apropiado de su hermano; el padre de Hamlet, que vuelve de la tumba con la demanda de que el príncipe vengue su muerte; y los acontecimientos traumáticos de la Guerra Civil, el Holocausto o el Gulag son casos ejemplares del retorno de los muertos. Las sombras de las víctimas, continúan persiguiéndonos como muertos-vivos.
Pero, ¿por qué vuelven los muertos? La respuesta es que no están bien enterrados. El retorno del muerto materializa una cierta deuda simbólica que subsiste más allá de la muerte física. Precisamente, el rito funerario ejemplifica la simbolización: a través de él, el muerto es inscrito en el texto de la tradición simbólica, y se le asegura que seguirá vivo en la memoria de comunidad.
A lo largo de mi vida profesional he conversado con personas que habían matado. Nunca he visto un hombre tan abatido como el autor de un crimen perfecto: el crimen en este caso permanece oculto todavía, mientras él pasa por ciudadano honorable. No fui al juez a denunciar a mi cliente, porque de lo contrario ¿quién acudiría a un profesional a contarle tan inusitados secretos? Pero el fantasma de su amigo-muerto, me contaba, alcanza dimensiones gigantescas; y ya necesita de una manera apremiante, hacerlo público para aplacar al muerto, que no está bien enterrado.
Por mi parte, puedo decir que creo en la posteridad. No es algo que imagine, sino un instinto. Y me parece una estupidez lo que algunos "vividores" dicen: que no se debe pensar en la muerte. Precisamente es el miedo a la muerte, lo que origina que muchos se aferren al dinero y al poder; se afilien a sectas o profesen creencias infantiles; en definitiva que no respeten la vida.