domingo, 27 de septiembre de 2009

Discriminación por razón de Edad

“Se ha jubilado Pedro, y se va a jubilar Juan. Y tú ¿cuando te jubilas?”, me decía este verano uno de esos colegas que sólo saben ser funcionarios. Yo, no me jubilo, le respondo. Frunce el ceño, y con un movimiento espasmódico de hombros, exclama: ¡Pero qué dices!

Es verdad que la jubilación en torno a los 65 años, es un logro de nuestra sociedad desde hace cerca ya de cien años, pero cuando es obligatoria se convierte en un sistema perverso de control social que desaloja a sus más cualificados elementos de producción.
Mi interlocutor, que ha pasado por múltiples cargos de gestión en la universidad, empieza a tomarse a cachondeo lo que voy diciendo. Claro que un día abandonaré la actividad docente en la universidad. Más concretamente, me iré de esta universidad, (le llaman “UMU”), que tantos ratos de placer me ha proporcionado.

Pero ten en cuenta, le dije a ese ex-alto cargo, que irse no es jubilarse. Prefiero hablar de retiro. Seguiré trabajando en otro lugar, con otra gente, en otra universidad, o en casa, ¿quién sabe qué? Con más de doce trienios de vida universitaria, bien merezco el descanso; pero lo que mi interlocutor ignora es que la gente cuando se jubila envejece más de prisa, en muchos casos enferma, y el porcentaje de los que se suicidan es más alto que en cualquier otro intervalo de edad, 28.63 por 100.000 habitantes. Aplazar la jubilación o sustituirla por otra actividad remunerada, (no de ocio), no sólo es rentable para hacienda, sino bueno para la salud.

“Activos mentalmente, activos socialmente, activos físicamente,”, he dicho a los viejitos mexicanos, en un encuentro organizado por la universidad de México. Y cada vez que me invitan para hablar sobre el tema, observo los avances de personas “jubiladas”, que están aprendiendo idiomas, manejan las nuevas tecnologías, o cultivan la pintura y la literatura. ¿Sabían que el aprendizaje también es salud? La actividad profesional, según las investigaciones más recientes, aparece como una condición protectora del deterioro cognitivo y la demencia, mientras que la jubilación se convierte para muchos en un factor de riesgo.

¿Qué hacer, por tanto? En un momento de crisis de empleo ¿debería existir un derecho al trabajo independientemente de la edad?, ¿por qué no han de trabajar los viejos?, ¿es posible mantenerles trabajando?, y ¿cual sería la actitud de empresarios y sindicatos? Demasiadas preguntas cuando es el sistema de valores de cada persona el que cuenta a la hora de interpretar algunas evidencias. Mientras tanto el desecho indiscriminado de las potencialidades de las personas mayores, parece una cruel ironía en nuestra sociedad que a su vez tiene que hacer frente a la "carga" que imponen en las generaciones más jóvenes.

Pueden darse cambios en la actividad productiva, o bien desempeñar una forma de actividad creativa. En este sentido, cabe señalar asociaciones como ECTI (intercambios y consultas técnicos internacionales), creada por ejecutivos inactivos en Francia, o EGEE (entendimiento entre las generaciones para el empleo y la empresa). Frente a la economía de mercado o a la economía sumergida, crean una nueva economía que supone un modelo nuevo de sociedad:
-La abolición de la ley del más fuerte. Ya no tiene sentido la lucha por el poder.
-La lentitud contra la rapidez. El tiempo transcurre lentamente.
-El consumo reducido contra el consumo en sí. Lo accesorio pasa a ser considerado como infantil.
-El encuentro con los demás, sin necesidad de competir.
-La importancia del momento presente opuesto a los proyectos de futuro.
-La disponibilidad opuesta a la sobre-ocupación.
Se trata de experiencias innovadoras, que se oponen a la marginación y segregación del modelo vigente de jubilación. La jubilación que ha sido concebida como un deber, debe convertirse simplemente en un derecho.

Por todo ello, no me jubilo. No me refiero a seguir como profesor emérito o “demérito”, que si dirige una tesis doctoral ha de ser tutorizada, y no puede solicitar proyectos I+D+I, etc., sino a trabajar, sin discriminación por razón de edad.
Estoy seguro de que los Rectores apoyarán esta iniciativa mía, aunque sólo sea porque es bueno para la institución que haya disidentes. En cualquier caso, digan lo que digan quienes gobiernan vidas y haciendas, seguiré trabajando, esta vez ya sin estrés. No me jubilo.