jueves, 29 de marzo de 2018


Llamada Perdida

 

Tengo una llamada perdida, es la frase más corriente entre los que llevan móvil, es decir todos. De momento no se sabe quién llama, o si se equivocó de número, o tal vez no quiere gastar de su tarjeta y lo que pretende es dar un aviso para que le llamen. Pero puede significar muchas cosas más: te pueden invitar a una quedada con el pedido incluso de pásalo o póntelo; o puede que te estén convocando para que te manifiestes quién sabe donde. Lo más probable es que sea la llamada perdida de algún político. 
  
Estas llamadas suelen tener lugar a destiempo y a media luz: cuando vas al volante, entras a clase, o estás en éxtasis con una nueva experiencia durante el fin de semana ¡Un sobresalto inútil!, por culpa de algún pesado.

Yo no hago caso a las llamadas perdidas, por lo que pueda pasar. Un día me llamaron a La Habana para tomar la cerveza en las Cristaleras de Alfonso X; contesté al teléfono, y ¡cara cerveza! Otra vez, no es broma, fue en Moscú hace unos meses; y cuando marqué ese número, ilusionado ante alguna noticia importante de mi tierra, o bien de alguna entrevista con los hijos de Putin; resulta que era mi vecina Lola, que había perdido las llaves.

En fin, que no acepto llamadas perdidas, a no ser que vengan del Más Allá; y ahí incluyo al ángel de la guarda, a un amor imposible que tuve en mi juventud (era mujer), al espíritu de mis progenitores, a Ratzinger, Sigmund Freud o el juez Garzón. Y poco más. Ya me gustaría a mí hablar con Isabel la Católica para preguntar por qué le llaman Católica; o con María Magdalena para saber de una vez si es ella la del cuadro de Leonardo; aunque no hay duda de que es ella la que está a la derecha del Maestro durante la cena, diga Da Vinci lo que quiera.


Esta llamada perdida, sí la respondería gustoso, a pesar de los costos por tan larga distancia. Me encanta el papel de esta mujer apasionada, siempre entre dos luces, defenestrada sin contemplaciones por el machista de Tarso; pero erótica, voluptuosa, sensual, es decir creyente de otra vida. Ahora, ¡lo que son las cosas!, La Magdalena constituye el último tabú para tantos “meapilas” que frecuentan sesiones interminables en innumerables sectas.
 
A pesar de este capricho mío, no hago caso de llamadas perdidas. Me ha dicho mi médico que no tome disgustos, y el teléfono da muchos. No es preciso añadir que se trata de un médico tímido, pacífico y del Opus. Gracias a este médico pacífico, he empezado a relacionarme con la gente como si estuviera otra vez pidiendo permiso para vivir. Él me ayuda a prevenir males físicos, pero hay que reconocer que a cambio estoy perdiendo altruismo, previsión de futuro y sentido del humor. Por lo que al final, no hago caso de nadie, ni siquiera del médico. 

He decidido jugármela, y probar todo lo bueno ¡Qué bien se queda uno, cuando desobedece! No tendré éxito, pero disfruto. En adelante seré un rebelde con causa, por supuesto; es decir, un ser humano que ha logrado librarse del éxito, que generalmente convierte a quien lo alcanza en un cretino. Eso sí, con innumerables llamadas perdidas entre dos luces.
 

miércoles, 28 de marzo de 2018


  
EL PLACER ES UN ARTE


Lo más precioso a lo que puede aspirar un hombre es a que su vida tenga sentido, y la única manera de lograrlo es el Placer. Esta frase la considero provocativa, estimulante, subversiva, excitante y escandalosa sobre todo para quienes han asumido con resignación aquello que le inculcaron de niño, que el sufrimiento da la  felicidad. Eso sí, mediante una regla de oro: “eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca”. 

Pero la privación del placer tiene un efecto muy doloroso: el estrés con todas sus consecuencias: neurosis, a veces psicosis, trastornos psicofisiológicos, la búsqueda de sucedáneos, la chismorrería, el marujeo, la prostitución...Una familia o una sociedad que no proporciona a sus miembros placer y medios para crear placer no es equitativa, estable, ni funcional.

La ética del placer no necesita castigos. Sólo una persona frustrada es capaz de hacer daño. Las violaciones, el acoso laboral,  los malos tratos etc., constituyen un comportamiento de personas que no han aprendido el arte del placer. El individuo que experimenta  placer tiende a querer ser también hombre libre, ciudadano. Si la gente pudiese experimentar placer, habríamos encontrado la clave para curar las depresiones, los trastornos cardiovasculares, los egotismos, y todos los comportamientos y actitudes que englobamos con la expresión “mala persona”.

El placer es relación, intimidad, ternura, espiritualidad… Es lo que confirma la calidad de persona. El placer es un arte y como todas las artes, se aprende. Pero la sociedad se opone a ese aprendizaje. Ha de ser uno mismo quien se de cuenta de que le falta algo importante en la vida y busque y descubra el placer.

Frente a la frivolidad o superficialidad con que se trata el tema, yo suelo ayudar  a hacer un análisis que promueva el conocimiento de sí mismo y favorezca el camino evolutivo del amor. Se puede querer mucho y a muchas cosas, pero el amor sexual es de una fuerza centelleante y engañosa. El erotismo puede crear la consciencia de un estado atemporal de no-dualidad que transforme una relación física corriente en la experiencia supersensual que estimula la autoestima y conduce al compromiso. El hombre es sexualidad y la sexualidad es Amor.

Recuerdas alguna experiencia que te haya quedado en la memoria, y si no lo recuerdas es que no mereció la pena. ¿Qué resalta en el recuerdo?, ¿las posiciones?, ¿las técnicas?...No, no. Lo que  se recuerdas es la intimidad, lo inesperado, la incógnita del futuro, el acercamiento, la afirmación de uno en el otro… No existe mejor remedio contra el Estrés, que tener un confidente, un amor, una pasión. 

Si la capacidad de dar sentido a la vida pudiera lograrse por otros modos, el sexo perdería mucha de su importancia. Pero a excepción de algunos místicos o creadores, nadie llega a este grado de intimidad y de conocimiento si no es a través del sexo. El poeta lírico más importante de la literatura castellana, describe su experiencia amorosa de esta manera:

La noche sosegada en par de los levantes del aurora
 la música callada
 la soledad sonora
 la cena que recrea y enamora.
                                   

domingo, 25 de marzo de 2018

Cuando los dioses quieren castigar a un pueblo, les mandan malos gobernantes.
Da vértigo ver la torpeza con la que el presidente del Gobierno aborda el problema más importante que tenemos los españoles en este momento.
 
Este hombre se parece cada vez más al Quijote. "No pene usted que no hay mal que cien años dure o tiempos vendrán que los actuales te parecerán el paraíso". Lleva razón porque peores tiempos ya los he pasado.  Cuanto peor, mejor”, ha dicho este “quijote” en su torpe contencioso con Cataluña.
 
A todo esto, me preguntas, amigo Fabio, si yo soy de derechas o de izquierdas.  Es una pregunta obscena, porque para ello hay que definir primero el qué,  e incluso el quién.

Yo había escrito en otro lugar, que ser de izquierdas es “compartir saberes y riquezas”. Era una forma de eliminar de un plumazo a todos los que utilizan el poder para enriquecerse o para someter.

Pero ¿quién da los títulos de “izquierdas? Son ellos mismos. Se autoproclaman así, sin ningún pudor. R, O, T, S, G, P, C… -todo un nido de mediocres- han sido investidos como honorables de izquierdas. Pero todos sabemos que son auténticos trepas. Basta observar para qué han utilizado los cargos.  Por eso aplico en el análisis de estos “meapilas”, todo lo que entraña el compartir saberes y riquezas.

Que si soy de izquierdas?  No lo sé, y nunca me he ocupado de aplicarme esas categorías tan manoseadas. Solo puedo decirte, querido Fabio, que modestamente trato de definir cada día mi maltrecha identidad, estorbado por una serie de impresentables que se proclaman de izquierdas.
 

"DISFRUTAR”

Son muchos los que me hablan de “disfrutar. Es la palabra de moda. 

Estoy de acuerdo con el papel que juega la experiencia placentera en una vida saludable. Pero algunas fuentes de placer, podrían calificarse de frívolas y estúpidas. 

Estos chicos -algunos de ellos políticos NINI- que aconsejan disfrutar sin respiro, ¿por qué no disfrutan haciendo algo útil, trabajando, creando, transformando esta Sociedad Corrompida? 

El único bien del hombre es disfrutar con lo que hace: esa es su paga”, dice Qohélet. (Eclesiastés 3.32)

lunes, 19 de marzo de 2018





“Soy una persona de Centro con inquietudes sociales e ideas propias"


José Luján 
Rector Electo en la Universidad de Murcia


lunes, 12 de marzo de 2018

EL PLACER DE MATAR


 Gabriel es asesinado por la novia de su padre, ¿por qué? ¿Por qué lo mató?  

No hay experiencia comparable al placer de matar, porque matar le obliga a uno a llegar a zonas de sí mismo que ni siquiera atisbaba. Son muchos los casos en que no se mata por dinero o ambición de poder, ni siquiera por odio; se mata por placer. Este planteamiento rompe los esquemas convencionales de educadores y psicólogos; y por supuesto de quienes investigan las muertes violentas. Explica también el morbo de la gente que mira a diario los sucesos que traen los periódicos, para manifestar a renglón seguido su extraña contrariedad: ¡No es posible! ¿Qué me dices? ¿Cómo puede haber pasado?

Si no fuera el placer extremo, el motor de matar, no se podría entender el comportamiento de un asesino en serie, que solemos despachar con un supuesto trastorno de la personalidad. Personajes históricos como el compasivo Stalin, que saboreó la muerte de no sé cuantos millones de rusos; el humanista Hitler que mató conciudadanos sin fin, auto-matándose él mismo, en una exhibición irrepetible de experiencia orgásmica; el impenitente Bush que sonríe todavía sin desmelenarse, ante los cadáveres de Irak, el lunático Gadafi; el atractivo Bin Laden... Desde Troya a Sarajevo podríamos analizar la conducta, y sobre todo los motivos que hay en el mundo interno del ser humano a la hora de matar. Escoger cuidadosamente la víctima, preparar minuciosamente el golpe, ejecutar una venganza implacable, y en seguida irse a dormir. No hay nada más dulce en el mundo. Así describe Stalin la experiencia de matar.

La mitología cristiana nos cuenta que ya en el origen de la humanidad hubo una muerte violenta: Caín mató a Abel. No matarás es el mandato divino, dicen que impreso en el alma de todo ser humano, y escrito en tablas de piedra para el pueblo elegido. Pero los judíos, adoradores del hedonismo, disfrutaron matando. Palestinos y libaneses son víctimas del placer insaciable de los que se pasan media vida ante el muro de las lamentaciones. En este sentido, advierto con Machado, que para los tiempos que corren, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros 

 Pero hay más: existen los fantasmas. Me refiero al fantasma del “matado”, al retorno del muerto vivo. Si lo matas, te perseguirá toda la vida. “Si los matas, ellos serán los clavos de tu caja”, dijo Alberti ante el fusilamiento de aquellos cinco; y mira si lo fueron, y aún siguen clamando desde “el más allá”. Hasta Montini, revestido de beligerante, le preguntó con voz ronca aquella noche al padre de todas las cruzadas: ¿donde está tu hermano? Pero él, no estaba para lamentaciones. Lo que el general no sabía es que le estaba anunciando el fin de su prolongado orgasmo: la experiencia placentera de matar. Dos meses después era el propio general quien se convertía en fantasma errático, perseguido por miles de personas que retornan a nivel de fantasía como agentes esquizo-paranoides.  

Con el retorno de los muertos, me estoy refiriendo a una persecución psicológica, y por lo tanto omnipotente ante la que no es posible escapar. La víctima de muerte violenta no quiere estar muerta, y retorna amenazante una y otra vez. Sepa el lector, que no son invenciones mágicas o cuentos chinos, sino algo que tiene lugar en el mundo interno de la persona que mata.  

En la literatura, en el cine, y el arte en general, aparece el fenómeno de forma persistente y reiterativa: Antígona con su insistencia en una demanda incondicional: el entierro apropiado de su hermano; el padre de Hamlet, que vuelve de la tumba con la demanda de que el príncipe vengue su muerte; y los acontecimientos traumáticos de la Guerra Civil, el Holocausto o el Gulag son casos ejemplares del retorno de los muertos.  

Y ¿por qué vuelven los muertos? La respuesta es que no están bien enterrados. El retorno del muerto materializa una cierta deuda simbólica que subsiste más allá de la muerte física. Precisamente, el rito funerario ejemplifica la simbolización: a través de él, el muerto es inscrito en el texto de la tradición simbólica.


A lo largo de mi vida profesional, he conversado con personas que habían matado. Nunca he visto un hombre tan abatido como el autor de un crimen perfecto: el crimen todavía está oculto, y él pasa por ciudadano honorable. Pero el fantasma de su amigo-muerto alcanza dimensiones gigantescas; y necesita de una manera apremiante, hacerlo público para aplacar al muerto, que no está bien enterrado.