viernes, 30 de abril de 2010

DIFÍCIL ASUNTO

El tradicional modelo de trabajo representa un gran obstáculo para la conciliación del empleo y la vida familiar. Este modelo, todavía vigente en gran medida, propugna que el trabajador ideal es el que demuestra una dedicación total a su empleo desde que entra a trabajar hasta que se jubila; dispuesto a trabajar horarios de larga duración, además de viajar y trasladarse cuando haga falta, y que nunca permite que las necesidades de la familia interfieran con el trabajo.

Esta ética laboral es incompatible con la vida familiar; y es garantía de conflicto y de tensión. Cuando se hace insostenible la situación, son las mujeres quienes acortan su jornada laboral, y se refuerzan los roles de género en la familia. La carga de la familia moderna la lleva principalmente la mujer. Es de ella y no del hombre, de quien se espera que haga los ajustes necesarios para adaptarse a las necesidades de los niños. Es ella la que tiene que hacer una pausa en su carrera.

¿Cómo equilibrar la vida laboral y familiar? Hace sólo tres décadas, lo normal era que la mujer estuviese en casa y que el hombre se encargarse de garantizar los recursos económicos. Hoy en la mayoría de las familias con hijos, trabajan los dos miembros de la pareja; aunque hay quien piensa que las mujeres deben volver al papel de amas de casa. Pero precisamente, la oportunidad de que la mujer tenga una carrera, consiga independencia económica y desarrolle su talento lo mismo que el hombre, ha sido uno de los logros de la vida moderna.

La situación de la mujer se hace más difícil cuando piensa que no está haciendo bien ninguna de las dos cosas. Es entonces cuando entran en juego los abuelos. Imposible conciliar trabajo y familia sin abuelos. Un abuelo no tiene precio cuando estamos ante empresas ciegas a la vida familiar de sus empleados.

Las abuelas como madres sustitutas no son el recurso más deseable, aunque sí la solución imprescindible en una situación social transitoria. No hemos resuelto los problemas derivados de este cambio estructural de la familia donde los dos progenitores trabajan. Por otro lado, el divorcio y la familia monoparental hacen más necesaria si cabe la colaboración de los ancianos

Mientras tanto, las empresas no hacen lo suficiente para conciliar familia y trabajo. Muchas mujeres se ven obligadas a elegir entre tener hijos o trabajar. Y en la mayoría de los casos retrasan la edad de maternidad hasta conseguir un trabajo estable.

Es urgente, en estos momentos, el entendimiento de la organización del trabajo y sus implicaciones en la vida familiar, que tan directamente influyen en la producción de la salud personal.

¿Asistiremos, a partir de estos tiempos revueltos que ahora vivimos, a una explosión de ideas, o nuevas formas de pensamiento?


jueves, 29 de abril de 2010

TIPOS DE JÓVENES

Si pudiera pedir algo, daría orden de que nunca se fotografiaran estas tres cosas: amar, rezar y morir. Las tres constituyen una reserva de lo más íntimo del individuo humano. Pero claro, los creadores de los programas Gran Hermano y Operación Triunfo no piensan así, y han diseñado dos modelos generacionales de jóvenes de cristal, transparentes, desnudos.

Los de Operación Triunfo, son admirables, tienen una capacidad de aguante extraordinaria, son creativos, solidarios, curiosos y sobre todo sentimentales. Se trata de chicos y chicas de clase media, que viven con sus padres pero que están a punto de encontrar su primer trabajo. Una juventud con ganas de superarse, que viste con ropa progre y que no se cansan de inscribirse en cursos de formación.

Por otro lado, los de Gran Hermano, son egoístas, comodones, injustos a sabiendas. Crean un ambiente golferas, aburrido e inaguantable. Caminan buscando no encontrar trabajo, y esperan que llegue el fin de semana para entrar en trance en interminables sesiones de copas, que acaban con frecuencia en el jakuccy. Son chicos ya maduritos, sin gracia alguna para la conversación y la convivencia.

Estas son las dos mitades en que se divide la juventud actual. Unos vestidos con baquero pero elegante, educados, modernos y entregados a la trampa del éxito y del consumo; y los otros ociosos, promiscuos, arruinados a los veintitantos años, abandonados a los chismes y marujeos para poder ocupar un puesto en los espacios del corazón. Estos programas de televisión , ( han proliferado mucho), que se nutren de fechorías de los famosos de Gran Hermano, llevarán a la gente a estados de imbecilidad inimaginables. Si seguimos así, la gente no morirá de una bomba, se morirá de risa y de banalidad.

Lo de Operación Triunfo es un sueño rosa, que alguna vez se alcanza, como la lotería, si se trata de un Bisbal, por ejemplo. Y lo de Gran Hermano es un sueño turbio y perturbado que sólo produce vacío, enredo y frivolidad. Se trata de dos programas de televisión con el objetivo de ganar dinero, no de ayudar socialmente a nadie. La presencia de notables profesionales como la periodista Mercedes Milá o los psicólogos García Huete y Espinosa no cambian en nada el objetivo del programa. Ellos también tienen precio.

Hacen falta otros jóvenes, -también los hay-, preparados para trabajar, dotados de motivación, con sueños realizables, metas alcanzables y disparados hacia el futuro, porque la principal necesidad que ha quedado frustrada es la necesidad de sentido.
Si yo pudiera, daría orden de que nunca se televisen estas tres cosas: amar, rezar y morir.