Yo y los Perros
Escribo sobre el lamentable episodio del domingo , donde perdí "la izquierda". Me refiero a la
parte izquierda de mi cuerpo que quedó herida y mal herida. Fueron testigos
unos afables y graciosos perros -que alguien abandonó- y que yo tengo
semi-adoptados. Desde hace tres años acuden al Cortijo pidiendo
alimentación y afecto. Ahora, quiero que comparezcan en calidad de testigos,
porque así no pueden mentir; y que cuenten lo que pasó en realidad. Sé por el
pastor que andan buscándome desde entonces y su estado de ánimo no es bueno.
Eran las cinco y media de la tarde
cuando “yo y los perros” iniciábamos una carrera de velocidad en
el paraje Cortijo Blanco del Valle de Guadalentín. Se trataba de
correr 400 metros lisos, al son de las perdices que cantaban muy cerca. Yo, un
hombre ingenuo de edad provecta, y ellos sin cumplir todavía los seis meses,
éramos los únicos competidores de tan singular carrera.
El terreno era relativamente llano, con algunas motas, y una vieja boquera
de origen árabe. Antes de los cien metros, se acabó todo. Las imágenes que
tengo son confusas: no hubo ningún tropiezo, ni resbalón, ni obstáculo que
impidiese avanzar. Como si las piernas se hubiesen quedado muy atrás, sólo
tenía conciencia de medio cuerpo tirado en el suelo, que intentaba incorporarse
sin conseguirlo; y unos perros a mi derecha, esperando a su “amo” (¿se dice
así). Ni idea de cómo se produjo el accidente. Estaba anocheciendo y no había
nadie que prestara auxilio. Media hora, tres cuartos de hora, una hora…, no
acierto a precisar el tiempo. Tenía heridas en la pierna izquierda, en la parte
izquierda de la cara, en el ojo izquierdo, y una grave y dolorosa fractura de la cabeza del húmero
izquierdo, como después pudo comprobarse. Fue un joven desempleado (¡qué
cosas!) quien me llevó al hospital. Ahora estoy recibiendo abundantes cuidados
de quienes me quieren en exceso. Pero “mi izquierda” no funciona,
y apoyarme en la derecha, constituye un problema. Nunca fui de derechas.
Los perros,
que viven en su habitat natural y vienen al cortijo a comer y a jugar,
estuvieron conmigo todo el tiempo, a pesar de estar de noche. Cuando pude
ponerme en pié, me acompañaron para pedir ayuda.
Hoy, día extraño y caluroso de septiembre, meditaba yo en esos juegos de la vida en los que siempre perdí. Le reñía a mi destino por tanta y tanta treta, cuando de repente
recordé los 400 metros lisos que aún quedan por correr.
P.D. El día 4 nació un nuevo cachorro, hijo de Sola. Es unigénito y precioso. Le hemos puesto de nombre Moisés, (aunque yo le llamo Chiquitín) porque fue rescatado de las aguas como el personaje bíblico. Vino al mundo en circunstancias muy difíciles, y logramos salvarlo. Por estas circunstancias, le tengo especial querencia.