jueves, 14 de septiembre de 2017


Yo y los Perros


Escribo sobre el lamentable episodio del domingo , donde perdí "la izquierda".  Me refiero a la parte izquierda de mi cuerpo que quedó herida y mal herida. Fueron testigos unos afables y graciosos perros -que alguien abandonó- y que yo tengo semi-adoptados. Desde hace tres años acuden al Cortijo pidiendo alimentación y afecto. Ahora, quiero que comparezcan en calidad de testigos, porque así no pueden mentir; y que cuenten lo que pasó en realidad. Sé por el pastor que andan buscándome desde entonces y su estado de ánimo no es bueno.

Eran las cinco y media de la tarde   cuando  “yo y los perros” iniciábamos una carrera de velocidad en el paraje Cortijo Blanco del Valle de Guadalentín. Se trataba de correr 400 metros lisos, al son de las perdices que cantaban muy cerca. Yo, un hombre ingenuo de edad provecta, y ellos sin cumplir todavía los seis meses,  éramos los únicos competidores de tan singular carrera.

El terreno era relativamente llano, con algunas motas, y una vieja boquera de origen árabe. Antes de los cien metros, se acabó todo. Las imágenes que tengo son confusas: no hubo ningún tropiezo, ni resbalón, ni obstáculo que impidiese avanzar. Como si las piernas se hubiesen quedado muy atrás, sólo tenía conciencia de medio cuerpo tirado en el suelo, que intentaba incorporarse sin conseguirlo; y unos perros a mi derecha, esperando a su “amo” (¿se dice así). Ni idea de cómo se produjo el accidente. Estaba anocheciendo y no había nadie que prestara auxilio. Media hora, tres cuartos de hora, una hora…, no acierto a precisar el tiempo. Tenía heridas en la pierna izquierda, en la parte izquierda de la cara, en el ojo izquierdo, y una grave y dolorosa fractura de la cabeza del húmero izquierdo, como después pudo comprobarse. Fue un joven desempleado (¡qué cosas!) quien me llevó al hospital. Ahora estoy recibiendo abundantes cuidados de  quienes me quieren en exceso. Pero “mi izquierda” no funciona, y  apoyarme en la derecha, constituye un problema. Nunca fui de derechas.

Los perros, que viven en su habitat natural y vienen al cortijo a comer y a jugar, estuvieron conmigo todo el tiempo, a pesar de estar de noche. Cuando pude ponerme en pié, me acompañaron para pedir ayuda.

Hoy, día extraño y caluroso  de septiembre, meditaba yo en esos  juegos de la vida  en los que siempre perdí.  Le reñía a mi destino  por tanta y tanta treta, cuando de repente recordé los 400 metros lisos que aún quedan por correr.
P.D.  El día 4 nació un nuevo cachorro, hijo de Sola. Es unigénito y precioso. Le hemos puesto de nombre Moisés, (aunque yo le llamo Chiquitín) porque fue rescatado de las aguas como el personaje bíblico. Vino al mundo en circunstancias muy difíciles, y logramos salvarlo. Por estas circunstancias,  le tengo especial querencia.