domingo, 17 de octubre de 2010

LOS JUEGOS DE LOS MURCIANOS

ARTÍCULO DE MANOLO ESTEBAN

Ya he saludado en mi vida varias décadas, con uvas y sin ellas, y he tenido que pasar, a veces bruscamente, de lo más primario a lo más elaborado. He de reconocer que ambas dimensiones tienen algún encanto, algo por descubrir.

A mi regreso a Murcia, tras una prolongada estancia en la ciudad de las luces, me volví a encontrar con lo primario en el más genuino sentido del término. Me volvía a mi infancia en la que recordaba juegos que, a falta de tecnologías, inventábamos de manera muy directa y primaria. Recuerdo que jugábamos con pelotas de trapo y papeles enrollados; con chapas de botellas, recortes de cajas de cerillas o viejos y desgastados tacones desprendidos de nuestros propios zapatos cuando los había.

Otra línea más creativa eran los juegos de aventuras. Siempre con un tanto de riesgo para la integridad porque la sola seguridad de entonces era la pobreza, todo tipo de pobreza. Las cucañas sobre el río daban con los huesos de los jugadores en el agua cuando no en alguna ciénaga tras la persecución de un pollo medio muerto y seco; los saltos cada vez de mayor altura en las acequias no siempre terminaban felizmente; desde luego, lo de imitar a los animales, los más animales, a veces con una perfección superior a la de los propietarios de tales atributos, rebuznar, saltar como canguros, gritar como chorlitos, comer avaramente todo tipo de fruto del campo o huerto, conocido o no, entretenía nuestros ocios vacíos de mayores aspiraciones y nos unía más directamente con una naturaleza agreste, primaria y conformista.

Recuerdo otro juego que, décadas después, me lo recuerdan las actitudes y comentarios de los “prohombres” murcianos. Se trataba de intentar, en medio de una “melé” provocada colocar a otro de los jugadores alguna pieza de algo, mejor cuanto más desagradable o maloliente, y que él debía descubrirse en sí mismo y endosar a otro sin que éste lo percibiera. Todo este juego –un poco zafio- se hacía al grito casi unánime de ¡“burrico caliente que lleva la peste y no la siente”!. Siempre perdían quienes eran incapaces de descubrirse su propia carga.

Hay que reconocer que las tradiciones murcianas y sus juegos han evolucionado con el paso del tiempo y adaptado a nuevas formas y condiciones.

Al término de la cucaña ya no pende un pollo medio muerto sino ¡un jamón! a veces hasta ibérico del Pozo; Los agujeros que llamábamos “guás” que servían para nuestros juegos de canicas ya se han sustitudo con la tecnología por pozos de los que aflora agua- caramba ¡qué sorpresa!, sin que tenga que pasar por el fielato de los regantes; Ya no se imita a cualquier animal en los juegos de fiestas populares; se ha reservado este arte para imitar sólo a los burros, especie noble y callada en vías de extinción y que gracias a estos torneos se asegura su existencia vicaria en los más destacados artistas populares murcianos con apoyo de sus ayuntamientos o consejerías. ¡Qué refinamiento! El mismo que ha sustituido el lanzamiento de piedras y otros objetos apuntando a botellas vacías que después los palestinos trasladaron a su guerra con los vecinos agresores israelíes en sus “intifadas” por lanzamiento de huesos de oliva. Ciertamente este refinamiento será merecedor en un futuro del reconocimiento de “juego olímpico” una vez practicado por el alcalde Cámara, otros políticos y haber sido apoyado para que sus promotores lo presenten , con la sorpresa global, en Pekín e incluso en Nueva York donde la medición de la fuerza se tuvo que hacer hacia arriba por razones obvias apoyados en la pared del “Empire State Building”. Asimismo, se ha procurado un entorno más civilizado y culto a los entretenimientos rurales en las fiestas de comilonas y bebida abundante. El Bando de la Huerta, el Entierro de la Sardina procura el entorno fino, urbano y civilizado para que todo eso pueda suceder de manera socialmente encomiable y segura mediante la previsión de los medios como ambulancias, policías, limpieza rápida aunque costosa para que no se pierdan ocios y entretenimientos tan propios y se les genera a los jóvenes entornos alternativos al botellón.

Pero me pregunto ¿cuál ha sido la réplica culta y moderna del “burrico caliente”?

He aquí que leyendo la prensa regional reconozco “un burrico caliente” -o varios pues abundan-. El presidente de los empresarios, señor del Toro, lamenta el posible daño que puede hacer a la Región el conocimiento de hechos presuntamente delictivos en la Gerencia de Urbanismo y próximos al Ayuntamiento. ¡Siempre es igual!, se lamenta este buen patrón de empresarios, con sana intención que le reconozco. Mejor ignorar “la peste” entre nuestros compañeros de equipo, ciudad, negocio o cualquier cosa. El progreso ,–sobre todo el que llega en globo desde Paramount, no puede frustrarse por mostrar imprudentemente unos “delitos de nada” que vaya usted a saber si se pueden probar. (¡Este gobierno de España”!) :Mejor esconder la “peste”.

Este último refinamiente es muy peligroso. Siempre se pierde.