lunes, 12 de septiembre de 2011

MORIR DOS VECES

De los temas que estudia la Psicología, hay uno que despierta especial interés: el poder de las ideas. Ilusiones, esperanzas y sueños, a pesar de que pueden parecer inaccesibles, son precisamente lo más real y humano de nuestra vida.

El carácter radical de la crisis, pone de manifiesto que lo que está en juego son las ideas más incuestionables, el horizonte de nuestros significados, nuestra comprensión cotidiana de la vida. De ahí nuestra falta de disposición a tomarlo completamente en serio. Esto explica también la actividad obsesiva de algunos directivos: se entregan a una actividad frenética, trabajando todo el tiempo, pero sin ideas: "debemos ser muy activos, hasta que alguna voz nos saque de ese universo cerrado y autista, en el cual los ruidos sin significado reproducen el sentido básico de la crisis".

Tal vez pueda parecer todo esto puramente especulativo, pero las cosas no son como parecen, de ahí nuestra gran capacidad de engaño. También la idea de que la propia naturaleza conoce sus leyes y se comporta en concordancia con ellas nos parece, descabellada y absurda. Tendríamos que preguntarnos por qué se repite con tanta regularidad en los dibujos animados: el gato persigue salvajemente al ratón, sin advertir el precipicio. Cuando la tierra desaparece bajo sus patas, el gato no cae, y sólo se desploma al mirar hacia abajo y ver que está flotando en el aire.

Otro argumento a favor de esta conjetura es que encontramos la misma paradoja en un sueño, registrado en el libro “la interpretación de los sueños” sobre el padre que ignora que está muerto: sigue viviendo porque no sabe que ha dejado de existir, como el gato de los dibujos animados que continua corriendo porque no sabe que no hay tierra debajo de sus patas.

Nuestro tercer ejemplo es el de Napoleón en la isla de Elba: históricamente ya no tenía vida (había pasado su momento), pero seguía vivo (en el escenario de la historia) porque no había tomado conciencia de que estaba muerto, razón por la cual debió “morir dos veces”, ser derrotado por segunda vez en Waterloo.

En ciertas instituciones, o aparatos ideológicos encontramos la misma sensación: aunque son claramente anacrónicos, subsisten porque no lo saben; siguen vigentes porque no tienen conciencia de que ya están muertos.

En la realidad psicológica, encontramos una serie de entidades que sólo existen sobre la base de una falta de reconocimiento, en la medida en que algo queda sin decir. Cuando finalmente el sujeto se entera de la verdad, “la tierra desaparece bajo sus pies”.

¿Quién asume la tarea de recordarles a tantos cantamañanas, el hecho desagradable de que ya están muertos?