“Tiene usted, don José, un malecito en el labio
superior. Es el triángulo de la muerte” (sic), me dice una
mujer de mediana edad, a quien no conozco. “Cuando
llegue a casa, con un algodón, póngase alcohol”, acaba diciendo. Y desde entonces, estoy
metido en el proyecto de un libro sobre la muerte.
Durante el tiempo que
aún me quede, un año, cinco, diez, quince..., ¡qué más da!, siento que
tengo que decir sobre la muerte algo que desconozco. Tal vez la vida sea “una pasión inútil”, pero en cualquier
caso una pasión de la que forma parte el arte de escribir y de pensar. Me
inspira especial ternura la persona cercana que va a morir pronto. Y si
después se recupera, le suplico que no vuelva nunca a morirse. En fin, el
tema es de un interés tremendo. Puse en el blog una nota, "Matar es
un placer", con motivo de la ejecución
de Osama Bin Laden. Y después otra, "Mi última voluntad", a propósito
de personas que voluntariamente han decidido morir. Hay dos formas de morir: al
contado y a plazos; por desplome prematuro y por desgaste gradual. La mía es una muerte a plazos.
Me invitan al Casino a
dar una conferencia sobre "el sentido de la vida", y no pude menos de
referirme a la muerte. Al acabar, una persona influyente por su actividad económica y social, me habla de política, bueno de "izquierdas-derechas". Dije
que esa terminología, la considero obsoleta. "Yo no soy de derechas, pero
tampoco de izquierdas, según lo que usted entiende por izquierdas”. Compartir
saberes y riquezas es ser de izquierdas. Eso le dije a este “neocatecumenal”. Igual
hasta le ayuda a encontrar el sentido de la vida.
Post Data:
El Gobierno ha
subido los costos de enterramiento. Hay que aplicar el 21% de IVA ¿Sabes qué?
He decidido no morirme por segunda vez, hasta tanto venga otro gobierno más
sensato que autorice a morirse gratis.