sábado, 18 de septiembre de 2010

ESPÍRITU UNIVERSITARIO

Cada vez que tiene lugar un Acto Académico Solemne, se le nombra, se ensalzan sus maravillas y se nos recomienda permanecer bajo su patrocinio. Pero, tal vez por incapacidad, yo no me entero. Me resulta familiar el Espíritu Santo desde que era un crío; pero el espíritu universitario para mí sigue siendo un misterio. No he podido verlo, ni oírlo, ni siquiera sentirlo ¡Ya me gustaría que me poseyera!, pero por lo visto no lo merezco.

Pero hay más: he de confesar con rubor y azoramiento, que dudo de su existencia. No creo en el espíritu universitario; en esta Casa no hay espíritu que valga. Y nunca descendió “a guisa de pájaro columbino” sobre las cabezas de los más sabios y prudentes de esta institución tan secular, hija putativa de la iglesia del medievo. Me he hecho agnóstico en lo que se refiere a este espíritu académico; y en este momento también casi ateo sobre su existencia en la universidad pública española.

Quiero que me entiendan bien. Yo tengo creencias, ¡faltaría más!, y una de las más firmes es el Espíritu ¿Cómo si no, puede uno plantar cara a los chanchullos sin cuento que tienen lugar con estilo universitario: sin que se sepa, sin que se diga, sin que se note? Es el Espíritu quien visita la mente de los suyos, hóstem repéllas lóngius.

Pero todavía son muchos los que piensan que el espíritu universitario existe. Y un rector apostilla para tranquilizarme: “Chanchullos ha habido siempre” ¡Pues lleva razón este rector! El espíritu universitario aquí y ahora es el triunfo de la mediocridad, y por lo tanto no cabe dudar de su existencia.