Cuando Dios hizo el tiempo, lo hizo todo, dice un refrán irlandés. “El tiempo es oro”, “no tengo tiempo”, “matando el tiempo”, “perder el tiempo”, “ganar tiempo”. Todos acosados por el tiempo. El tiempo vuela y se convierte en un tesoro inalcanzable. La posibilidad de ganar tiempo preocupa al hombre desde hace mucho, y no solo porque el tiempo es dinero, sino porque el tiempo es el producto de un arte divino.
Actualmente el tiempo tiene una prioridad máxima porque el tiempo es libertad. Y, por ello, “no debemos desperdiciar el tiempo”, “debemos ser puntuales”, debemos diferenciar el tiempo del trabajo del tiempo del ocio... El objetivo es su aprovechamiento intensivo, de forma que se utilice la división en segmentos cada vez menores del tiempo para producir, acumular y organizar las capacidades.
Nuestra actitud frente al tiempo es un reflejo de nuestra actitud frente a la vida, y también respecto de nosotros mismos. Una persona con una agenda repleta de citas y encuentros, aparece como una persona importante. Y cuanto más dificultades tenga para fijar una fecha, más se eleva su importancia. Quien pone fechas dispone del tiempo de los demás, y quien permite a otro disponer de su tiempo está en posición inferior. Son muchos los que se han convertido en seres inquietos, impacientes, irritables por su actitud ante el tiempo. Otros por el contrario son personas tranquilas, sin prisa al parecer, disfrutan del momento sin mirar el reloj. ¡Qué diferentes sensaciones produce una entrevista realizada por Jesús Quintero a la que puede hacer un Carlos Dávila !. La consulta de un psiquiatra o la de un terapeuta de orientación analítica expresan distinto valor del tiempo y sobre todo una actitud diferente.
Cuando alguien me dice que no tiene tiempo, que le gustaría hacer deporte, escuchar música o pasear, pero no tiene tiempo, entiendo perfectamente el mensaje. Siempre hay tiempo para lo que uno quiere, y si es interesante lo que quiere, ese tiempo produce una gran satisfacción: “Te recuerdo Amanda… son cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos…”.
El tiempo en nuestra sociedad va asociado al aumento del dinero y al incremento de la producción y la velocidad; por eso “el tiempo es oro”; pero también es estrés, insomnio, ansiedad, depresión y otros muchos trastornos ¿Dónde está el tiempo para los niños, el tiempo para los amigos, el tiempo de ocio?
Parece que el ser humano sólo puede ser feliz sin el tiempo. El hombre aspira a ser inmortal en la “alegría que quiere la eternidad” de Nietzshe, en “detente, eres tan bello” de Goethe, en la bienaventuranza de los cristianos, o en el Eros de Platón y de Freud. La felicidad sólo se produce en la huida del tiempo. Y con el tiempo parece pasar lo mismo que con la felicidad, que no se reduce sino que se multiplica al compartirlo.