quita el baile,
y el alcalde fue y lo quitó.
Se casó la hija del alcalde
y hubo baile hasta las dos…
Coplilla popular
Ante la adversidad, lo mejor es rezar. “La oración todo lo alcanza”, y si no a las pruebas me remito ¿hay mayor logro que el poder? Lo consiguieron sin mérito alguno, gracias a sus plegarias. Las tres figuras de mi novela tienen algo en común: rezan hasta la extenuación, lloran a lágrima viva y les fascina el sillón. Mendoza tiene unas prácticas de piedad tan asombrosas que para mí las querría yo. Ballesta sabe conjugar con fervor, de rore coeli y de pingüidine terrae. Y el Alcalde implora desde el trullo a todos los santos, consiguiendo de nuevo el sillón del poder ¿No les parece mágico? “Quiero que Dios y sólo Dios dicte sentencia”. Son palabras de alcalde.
Los tres dedican tiempo a llorar, produciendo reacciones de ternura y compasión en crédulos e incautos, que son cantidad. Mendoza se estremece ante su obra, y le provoca llanto el estipendio que generosamente llega como el maná desde la Glorieta. Sin afán de lucro ha montado su universidad, (el Vaticano se la adjudica), que le da cien vueltas a todas las de su entorno ¿Cómo si no Concejales y Consejeros sin estudios superiores, asistirían a sus aulas en busca de un título prestigioso? Estos ejecutivos, con largos años de servicio en la política regional, han sabido escoger la excelencia, cuando ya tienen garantizada, de por vida, la decencia.
Por su parte, Ballesta pasará a la historia no por el Aeropuerto, sino por el Aquarium, una obra imprescindible que ha venido a engrosar las arcas de la universidad pública. Este hombre es un fuera de serie incluso cuando se pone a llorar. Durante los ocho años de mandato, no abandonó la hacienda. Investigó más que nunca, quitándose horas de sueño ¡que duda cabe!, ya que el cargo de rector apenas permite publicar. Unos colegas me pasan el currículum que ha cosechado durante esos años, y les aseguro que impresiona. Quieren estos veteranos profesores, -miembros del Consejo de Gobierno-, que sea mi pluma quien dé a conocer las maravillas de un personaje que abandonó la academia demasiado pronto ¡Una gran pérdida para el avance del conocimiento!, pienso yo. Sin embargo insisten en que fueron otros “científicos” los que hacían el trabajo, cuando él se dedicaba, con tanto acierto, a la difícil tarea de gobernar. Esta conducta de dudosa legitimidad yo no me la creo, viniendo de un personaje que reza.
A la tercera figura de esta santa trinidad, ya no le quedan lágrimas. El Centro Penitenciario de Sangonera quedó purificado con lágrimas de Alcalde, que por “error judicial” se convirtió en su retiro ¡Las lágrimas de alcalde no son lágrimas cualquiera! Ahora, la gente le aclama y vitorea con razón. “El pueblo siempre lleva razón” ¿Acaso un hombre que reza, puede llevarse la pasta?
En definitiva, líderes muy distintos, pero con vidas ejemplares. Los tres tienen lo que hay que tener: devoción, poder y lágrimas. Y el misterio de su eficacia no es otro que: A Dios rogando y con el mazo dando.