lunes, 31 de enero de 2011

A un Senador del PP

De dónde a mí que todo un Senador dedique tres columnas, casi una página del periódico, para una reflexión mía sobre las declaraciones del presidente Valcárcel? Dice mucho a su favor, que este hombre se ocupe de las opiniones de un ciudadano de a pié, es decir de un don nadie. Y todo porque hace unos días tuve el atrevimiento de aludir a las declaraciones políticas de Valcárcel en rueda de prensa.

El senador autonómico del PP por Murcia, Pedro Manuel Hernández, se refiere con detalle, aunque no con rigor, a mi formación humanística, religiosa y psicológica, pero no quiso, no pudo, o no supo ocuparse del fondo de la cuestión: la persecución de su partido y la injusticia cometida contra tres regidores al ser arrestados por casos de corrupción urbanística, acusados de fraude, prevaricación, tráfico de influencias, cohecho y blanqueo de capitales. Sin afán de polemizar, quiero decir al senador, de forma telegráfica, lo siguiente:

Como hombre ilustrado, debe saber diferenciar la ironía, la metáfora y las comillas ¿Por qué no lo hace? Dada su formación multi-disciplinar, no entiendo por qué se va por las ramas, haciendo casi unas memorias, salpicadas de latinajos que dice haber aprendido durante sus largos años de estudio en centros religiosos. Habla de un obispo, Sanahuja, de un jesuita, Penagos, del profesor Gutierrez, de Cela, etc., en un largo e infumable escrito más propio de otra época. El discurso de este hombre se me antoja una reencarnación del espíritu de la Escuela Nacional Católica, es decir de aquellas gentes que representaron y siguen representando en la memoria de muchos “lo mejor”, que este país ha dado, etc.

Se necesita mucho valor para justificar la persecución anunciada, y más todavía para apoyar a los tres regidores encausados. El Señor Hernández no acaba de encontrar el lugar, el momento y la medida. No en vano tuvo que retirar del parlamento, su pregunta al Gobierno. “Un senador en la Inopia”, titulaba el País.El PP del Senado desautoriza una moción del parlamentario de Murcia, Pedro Manuel Hernández”, señalaba la prensa regional.

El tema es tan simple como este: Que un presidente, decía mi escrito, comete el desacierto, de repetir el mismo mensaje de Cospedal. Y por si era poco, ensalza a tres regidores cuya actividad política está sub-iúdice. El Senador se ha olvidado demasiado pronto de la palabra utilizada por el Congreso para calificar las supuestas persecuciones llevadas a cabo por policías, fiscales, jueces, periodistas y sobre todo el gobierno: “Delirante”. De esto, en su farragoso escrito no dice nada, no sabe, no contesta”.

Yo hablaba del presidente, en “políticos en mangas de camisa”, no sobre aspectos personales o familiares, sino aludiendo a sus desafortunadas declaraciones. Se equivoca el senador, cuando saca a colación, sin venir a cuento, a “compañeros de antaño, entre los que hoy se encuentran insignes catedráticos, y magníficos ex-rectores y ex-vicerrectores…, y cuyos nombres voy a omitir, deliberadamente, por respeto, por educación y por amistad” ¿Y por qué constituirá una falta de respeto citar el nombre de mis compañeros de antaño?

Lo que el senador no sabe es que, por mi parte, llevo con orgullo aquella “severa” formación. Si esos mandatarios imputados, -y tan torpemente defendidos-, hubieran recibido nuestras lecciones de “formación para la ciudadanía”, no habrían metido la mano en la caja, (supuestamente). Déjenme que recuerde al senador antes de acabar, que entre las gentes de derechas y las de izquierdas, -utilizo la terminología convencional-, hay una diferencia que considero importante: los primeros tienen una memoria familiar, los segundos colectiva.

Alguien mal intencionado, me decía ayer: ya te han dado un aviso. En esta Murcia profunda no puede decir uno lo que piensa y mucho menos escribirlo. Tal vez el piadoso senador sea un enviado de dios, para darme a tiempo este importante mensaje: Por qué no te callas, forastero.

P.D. Llama la atención que el senador Hernández corriera delante de profesores y sanitarios que se habían concentrado el día 22 de Diciembre de 2010, a las puertas de la Cámara de Comercio para interpelar al presidente por los “recortes”. Por fin el senador encontró sosiego, metiéndose en la iglesia de Sto Domingo, que afortunadamente estaba abierta a esas horas.

Después ya no se le ha visto, a pesar de que la gente estaba en la calle. Dentro de la Iglesia de Santo Domingo, como es obvio, se está más abrigado que en la calle, sobre todo cuando hace mal tiempo.