domingo, 9 de enero de 2011

MALDITO TRANVÍA

Muere el profesor Javier López Navarro en un accidente en el centro de la ciudad de Murcia.

Hace algún tiempo, un periodista escribía una columna con el título “no existen ya los accidentes de tráfico”. El periodista con un estilo punzante y socarrón se refería a un tal Lucas que tenía el atrevimiento de conducir “sin descansar, sin comer y casi sin repostar”, por lo que gozaba de una aura de infalibilidad al volante. El chaufeur Lucas conducía nada más y nada menos que el coche del entonces consejero de Sanidad Marqués, “si Vd. quiere llegar a tiempo, déjeme a mí...”, solía decir.

Creo que si nos paramos a pensar en las muertes que el tráfico nos aporta sobre todo cada fin de semana, se habría prestado más atención a la seguridad y menos a la velocidad. Pero ¡estamos en la cultura del automóvil!, como en otra época existió la cultura del bisonte; y todos hemos asumido ya, como algo obvio, que la civilización del coche comporta un determinado número de muertes.

Ayer, después de presenciar el accidente en el que murió el profesor Javier López Navarro, en el centro de Murcia, minutos antes de las doce de la noche, volví a recordar al periodista y a los amigos de esta ciudad con sus atascos y sus accidentes. No se me va de la cabeza. Es increíble que en el centro de Murcia, un ciudadano prudente, acabe siendo víctima de la temeridad e irresponsabilidad de otros.

Todavía estoy poseído por el agudo escalofrío que me sigue produciendo el hecho. He prestado, por lo tanto, un interés relativo a todo lo que ha pasado en un fin de semana en el que el Deportivo jugaba con el Barcelona, los profesores preparan paros intermitentes como medida de protesta contra la Comunidad Autónoma, y el tranvía de Murcia sigue con su viaje interminable hacia ninguna parte.

Pero ¿quién es el responsable de lo ocurrido?, ¿el exceso de velocidad del vehículo “agresor”?, ¿la distracción de un conductor novel?, ¿la confusión que está produciendo aún las obras del tranvía? Creo que al menos estos tres factores han sido determinantes en el accidente.

El accidente de tráfico nos toca a todos de alguna forma, no sólo a los vecinos de la Flota. Mientras la nueva tecnología anuncia en un futuro inmediato que el coche de cada uno será “inteligente”, provisto de ordenador que pueda sugerir el mejor itinerario, la distancia de los otros coches, impedir ir demasiado rápido o hacer un adelantamiento indebido etc., yo me sumo a quienes propugnan que hay que mejorar el transporte público, como forma de dejar el coche en casa si se quiere llegar pronto y seguro. Además no es estético que la ciudad se convierta, como ha ocurrido durante estas fiestas, en un atasco, llegando a ocupar el coche un espacio y sobre todo un estatus que sólo corresponde a la categoría de ciudadano.

En este sentido, el tranvía, -de dudosa utilidad y de incierta rentabilidad-, está produciendo en algunos ciudadanos malestar. Durante estos días, con su puesta a punto, los vecinos están viendo cómo los semáforos funcionan a las órdenes de los convoyes, y cómo se llevan a cabo cambios todos los días. Esto se nota en el tráfico de la ciudad, y en el estrés de los conductores. Conducir por la misma avenida, resulta peligroso.

No sé si alguno de vosotros conocisteis a Javier o a su familia. Sí sé que durará mucho tiempo su recuerdo en algunos de nosotros, y tal vez provoque cambios en la organización lamentable del tráfico en la ciudad de Murcia. Como contrapunto, las vías del tranvía sirvieron, durante demasiado tiempo en la madrugada del Sábado, para dar soporte al cuerpo sin vida de un hombre de bien: artista, amante de la perfección, solidario, buena gente. Su generosidad cautivó a muchos.

Cuando ya abandonábamos aquel lugar, escuché con emoción a una mujer del barrio, Fuensanta, decir -tal vez injustamente-: “Maldito Tranvía”.