jueves, 3 de mayo de 2012

  
ESPÍRITU UNIVERSITARIO

Cada vez que tiene lugar un Acto Académico Solemne, se le nombra, se ensalzan sus maravillas y se nos recomienda permanecer bajo su patrocinio. Pero, tal vez por incapacidad, yo no me entero. Me resulta familiar el Espíritu Santo  desde que era un crío,  pero el espíritu universitario  para mí sigue siendo un misterio. No he podido verlo, ni  oírlo, ni siquiera sentirlo ¡Ya me gustaría que me poseyera!, pero por lo visto no lo merezco.

 Pero hay más. He de confesar  con rubor y azoramiento, que  dudo de su existencia. No creo en el espíritu universitario; en esta Casa no hay espíritu que valga. Y nunca descendió “a guisa de pájaro columbino” sobre las cabezas de los más sabios y prudentes de esta institución tan secular, hija putativa de la iglesia del medievo.  Me he hecho agnóstico en lo que se refiere a este espíritu académico; y después de las medidas del Ministro Wert, también casi ateo sobre su existencia en la universidad pública española.

Quiero que  me entiendan bien. Yo tengo  creencias, ¡faltaría más!, y una de las más firmes es “el espíritu” ¿Cómo si no, puede uno rebelarse contra la omnipotente “escuela de mandarines” sin que te desintegren?, ¿cómo puede  un don nadie plantar cara a los chanchullos sin cuento que tienen lugar con estilo universitario, es decir  sin que se sepa, sin que se diga, sin que se note? Es el  espíritu quien visita la mente de los suyos, “hóstem repéllas lóngius”.

Pero todavía son muchos los que piensan que el espíritu universitario existe. Y un ex-rector apostilla para tranquilizarme: “Chanchullos ha habido siempre ¡Pues lleva razón este ex-rector! El espíritu universitario aquí y ahora es  el triunfo de la mediocridad, y por lo tanto no cabe dudar de su existencia.