APUNTEN BIEN
Todos sabemos que los hombres -sea
por falta de habilidad o por descuido- “no
apuntan bien”. Este es el
motivo de que en algunos países europeos sea frecuente ver urinarios públicos
con una especial particularidad; en nuestro país, también se va introduciendo
esta moda. Se trata de urinarios blancos con un pequeño insecto dibujado en el
interior. El objetivo es que el usuario, atraído por un profundo deseo de
enviarlo tubería abajo, dirija la meada con toda precisión hacia el interior
del urinario. Obviamente, el insecto está ubicado casi en el centro, donde se evitan las salpicaduras.
Es imposible no apuntar al insecto
para intentar acabar con su vida, a pesar de que uno sabe que no es más que un
dibujo. Pero el fenómeno contiene un segundo autoengaño aún más grave: El
usuario sabe perfectamente que el dibujo ha sido colocado ahí para el
autoengaño, y aun así se cae en la trampa. Asistimos con este ejemplo a un
hecho que caracteriza a la condición humana: la virtud de auto-engañarse.
Nos engañamos a nosotros mismos
todos los días. Se engañan los directivos, los inversores, los periodistas, los
políticos… El autoengaño es una práctica común y peligrosa porque nos aleja de
la realidad, y el precio que pagamos por vivir en la mentira es muy alto.
Hace algún tiempo publiqué un
artículo sobre la arrogancia y el desprecio por las opiniones de los demás que
aqueja a quienes tienen poder. Precisamente, la crisis global financiera tuvo su origen en este síndrome. Hasta
un análisis superficial de los líderes de algunos de los grandes bancos que se
desmoronan, pone de manifiesto que el autoengaño subyace a todo. Los bancos
llevan varios años tasando inmuebles que saben que están absolutamente
sobrevalorados. Aun así, a final de año presentan cuentas con beneficios
desorbitados. El autoengaño es un mecanismo que ha sido seleccionado para
servir al engaño. Y es que la adicción al poder y al dinero es como una enfermedad. De
hecho hay un desorden narcisista de la
personalidad de cuyo espectro es posible que el síndrome de autoengaño forme
parte.
Algunos directivos se caracterizan
precisamente por estos rasgos de torpeza emocional. Hacen de la mentira o el
cinismo una herramienta, tienen una equivocada noción de sí mismos, y su
gestión está contaminada por la necesidad de poder. En estos casos no hay que
buscar exculpaciones a su comportamiento. Hay que juzgarlos con los criterios más
estrictos.
He estado pensando acerca de
directivos sujetos al autoengaño, y son legión. Pero en este momento las
principales “salpicaduras” las
estamos recibiendo de banqueros como Rodrigo Rato, de políticos como De Guindos
o Werrt, e incluso de jueces como Carlos
Dívar. A pesar del insecto, no apuntan
bien; y esas “salpicaduras”
se convierten en un atentado a la salud de la gente. Ahí está el origen de la desesperanza, antesala del suicidio. No nos pueden hacer más
daño.
¡ Por favor, APUNTEN BIEN!
¡ Por favor, APUNTEN BIEN!