EL SAMARITANO
"No sin inspiración divina", anunció desde Caravaca: “Si estás
desempleado, no te preocupes. El Señor pondrá un Samaritano a tu lado para que
te ayude” y se fue a rezar. Me quedé de piedra, porque no había caído que
la solución de los parados no está en acuerdos internacionales, medidas del
gobierno, convenios de empresarios y sindicatos, sino en algo tan a la mano como
la intervención de un samaritano.
Oigo decir a
un marchante de la huerta, que “el que no trabaja es porque no quiere”.
También esto me sorprende. Llevo dos semanas pensando en este obispo, que estudió lo justito, y en el
marchante de Patiño, travestido en empleador. Después he buscado ansioso al
samaritano, por si las moscas, pero no. He pateado Lorca, Caravaca, Águilas, Molina de Segura…, y, eureka; aunque sólo he encontrado unos
“nazarenos”, pocos, dispuestos a llevar la
cruz del paro. Uno de ellos presenta una propuesta inteligente: Apela a
Jesús Abandonado, (que precisamente nunca estuvo tan desvalido y desamparado).
Es decir, que después de estar durante horas en la cola del INEM, tú puedes ir
a Jesús Abandonado, para tomar un
“bocata”. Me han dado ganas de gritar. Efectivamente he gritado”. Yo grito, tú rezas, él canta. El grito es el
primero.
Hace unos días
visité la UCAM, y les prometo que encontré clarividencia. El Cardenal Mendoza
tiene soluciones porque tiene poder, mucho poder. Afirma el Cardenal que dispone de samaritanos
suficientes para que cada parado lleve su lazarillo. Si esto es así, que no lo
dudo, viniendo de un hombre tantas veces bendecido por Benedicto, yo también deseo perder
mi empleo, a cambio de un lazarillo-samaritano, ¡qué gozada, tú!
Además, el hecho de que haya tantos samaritanos como parados, me tranquiliza.
Este obispo sabe latín y “dio en el clavo” al
hablar, no sin inspiración divina,
desde Caravaca. Lo que pasa es que le faltan recursos; precisamente lo que a
Mendoza le sobra.
Por mi parte,
desde hace unos días, ni grito, ni canto. Ya no tengo otro oficio que sólo
rezar es mi ejercicio.