domingo, 10 de junio de 2012

 MURCIANOS DE ORO
 Vuelvo de un largo viaje. Nunca me voy del todo, de esta tierra entrañable donde tan bien se vive. Al llegar, -precisamente el 9 de Junio, día de la Región-,  me siento confundido. El tiempo aquí parece haberse detenido; al menos así lo percibo yo, en este instante melancólico que estoy viviendo. Reviso los periódicos y sólo encuentro viejas historias recidivantes: un alcalde imputado, otro en “búsqueda y captura”,  innumerables relatos elogiosos sobre la gestión de los inquilinos de San Esteban, el famoso cuadro del “agua para todos” que vuelve a estar “colgado” después de desaparecer durante semanas, el parque “Paramount” todavía sin inversores, el rifirrafe cotidiano de los políticos, la lluvia incesante de galardones, -hay murcianos que en pocos meses han recibido hasta dos medallas de oro- (sic); y no crean que es broma, al último alcalde de la dictadura, se le ha entregado hoy su segundo lingote de oro” con motivo del trigésimo aniversario de la Comunidad Autónoma. Menos mal que la UMU  -siempre atenta a los signos de los tiempos- ya le había concedido el suyo, convirtiéndolo  en "murciano de oro". Este alcalde lo tiene merecido. Tuvo la suerte de “gobernarnos” durante la dictadura. En democracia cualquiera gobierna, y no hay por qué conceder galardón alguno; pero  tomar decisiones tan singulares como ocurría en el Régimen anterior, indudablemente, tiene su mérito.

Pero no podía faltar un indignado que critique  estos fastos; o algún loco que se atreva a “desfacer entuertos”, haciéndole cantar  la palinodia al lucero del alba.  También a ellos habría que concederles  medalla, -en este caso de latón-,  por su clarividencia. Tienen especial acierto estos jóvenes, a la hora de clasificar a tantos  turiferarios regionales, entrenados en cerrar el camino a quien se sale de parva. El Tranvía Regional está  en vía muerta. 

A las cinco de la tarde, a la misma hora en que el torero cortaba la oreja en el Ruedo, le cortan los vuelos a este Gran País: el Rescate de España. Me hundo en la tristeza, esta vez sí. Hemos donado nuestra Libertad a los Bancos.

En Murcia no hay problema, hace treinta años que estamos intervenidos. Esto me tranquiliza. O como me escribe un profesor amigo: “¡Qué malos tiempos! ¡Qué mala gente! ¡Qué pobres ideas! ¡Qué cultura!... Pero cuando hablo con los amigos que aún me quedan, mi ánimo recobra el sosiego, y empiezo a ver la realidad de otra forma: coraje ante el futuro, nuevas ideas, metas alcanzables, sueños irrealizables… Los ciudadanos de esta región, al menos los que yo trato,  están vivos, porque vivir es sentirse disparado hacia el futuro. 

Me incomoda ver los mismos sillones, las mismas medallas, los mismos discursos, los mismos papanatismos. Y la principal cosa, que nadie nombra: El estancamiento. Es un síndrome típico de esta tierra. Aparentemente todo funciona, pero la realidad es otra. Basta observar la ciudad: los transeúntes pasan, los automóviles circulan. Las tiendas, los restaurantes, los cines, las oficinas, todo funciona. San Esteban, Acisclo Díaz, Convalecencia, la Casa Consistorial y hasta la Delegación del Gobierno desarrollan su actividad (aunque con más pena que gloria). Todo funciona, repito, ¿se escucha alguna protesta, algún gemido?, ¿se advierten ruinas personales o familiares? A primera vista, la vida continua amable, entretenida, elegante, incluso erótica. La civilización regional, transcurre imperturbable. Pero cada vez son más los ciudadanos decepcionados, los trabajadores quemados. En la Administración pública son pocos los que hablan con entusiasmo, y menos aún los que tienen una propuesta de futuro. Han perdido el interés. Estos políticos  han matado la esperanza. 

Pero, aparte de la Crisis, aquí reina un estancamiento ya secular, que conduce inevitablemente al aburrimiento. Existen demasiados signos de resignación ante un modelo de crecimiento insostenible e irresponsable ¿Es que el gobierno de Murcia, controla las voces de los disidentes, maneja los medios de comunicación y domina las instituciones? ¿O es que los murcianos somos así?

Cuesta creer que murcianos de dinamita -según la expresión del poeta- sean ahora tan flemáticos, indiferentes o sufridores. Y no puedo admitir lo que nuestros regidores expresan con el eslogan: “Murcia, que hermosa eres”, ¡qué horterada! El déficit cultural que sufre esta región no es precisamente motivo para vanagloriarse.