MURCIANOS DE ORO
Vuelvo de un
largo viaje. Nunca me voy del todo, de esta tierra entrañable donde tan bien se
vive. Al llegar, -precisamente el 9 de Junio, día de la Región-, me siento confundido. El tiempo aquí parece
haberse detenido; al menos así lo percibo yo, en este instante melancólico que
estoy viviendo. Reviso los periódicos y sólo encuentro viejas historias recidivantes: un alcalde imputado, otro
en “búsqueda y captura”, innumerables relatos
elogiosos sobre la gestión de los inquilinos de San Esteban, el famoso cuadro
del “agua para todos” que vuelve a estar “colgado” después de desaparecer durante
semanas, el parque “Paramount” todavía
sin inversores, el rifirrafe cotidiano de los políticos, la lluvia incesante de galardones, -hay murcianos que en
pocos meses han recibido hasta dos medallas de oro- (sic); y no crean que es
broma, al último alcalde de la dictadura, se le ha entregado hoy su segundo “lingote
de oro” con motivo del trigésimo aniversario de la Comunidad Autónoma. Menos
mal que la UMU -siempre atenta a los signos de los tiempos- ya le había
concedido el suyo, convirtiéndolo en "murciano de oro". Este alcalde lo tiene merecido. Tuvo la
suerte de “gobernarnos” durante la dictadura. En democracia cualquiera
gobierna, y no hay por qué conceder galardón alguno; pero tomar decisiones tan singulares como ocurría
en el Régimen anterior, indudablemente, tiene su mérito.
Pero no podía
faltar un indignado que critique estos
fastos; o algún loco que se atreva a “desfacer
entuertos”, haciéndole cantar la
palinodia al lucero del alba. También a
ellos habría que concederles medalla, -en
este caso de latón-, por su
clarividencia. Tienen especial acierto estos jóvenes, a la hora de clasificar a
tantos turiferarios regionales, entrenados
en cerrar el camino a quien se sale de parva. El Tranvía Regional está en
vía muerta.
A las
cinco de la tarde, a la misma hora en que el torero cortaba la oreja en el
Ruedo, le cortan los vuelos a este Gran País: el
Rescate de España. Me hundo en la tristeza, esta vez sí. Hemos
donado nuestra Libertad a los Bancos.
En Murcia no
hay problema, hace treinta años que estamos intervenidos. Esto me tranquiliza.
O como me escribe un profesor amigo: “¡Qué
malos tiempos! ¡Qué mala gente! ¡Qué pobres ideas! ¡Qué cultura!... Pero cuando hablo
con los amigos que aún me quedan, mi ánimo recobra el sosiego, y empiezo a ver
la realidad de otra forma: coraje ante el futuro, nuevas ideas, metas
alcanzables, sueños irrealizables… Los ciudadanos de esta región, al menos los
que yo trato, están vivos, porque vivir
es sentirse disparado hacia el futuro.
Me incomoda ver los mismos sillones, las
mismas medallas, los mismos discursos, los mismos papanatismos. Y la principal cosa, que nadie nombra: El estancamiento. Es un síndrome típico
de esta tierra. Aparentemente todo funciona, pero la realidad es otra. Basta
observar la ciudad: los transeúntes pasan, los automóviles circulan. Las tiendas,
los restaurantes, los cines, las oficinas, todo funciona. San Esteban, Acisclo
Díaz, Convalecencia, la Casa Consistorial y hasta la Delegación del Gobierno
desarrollan su actividad (aunque con más pena que gloria). Todo funciona, repito, ¿se escucha alguna
protesta, algún gemido?, ¿se advierten ruinas personales o familiares? A
primera vista, la vida continua amable, entretenida, elegante, incluso erótica.
La civilización regional, transcurre
imperturbable. Pero cada vez son más los ciudadanos decepcionados, los
trabajadores quemados. En la Administración
pública son pocos los que hablan con entusiasmo, y menos aún los
que tienen una propuesta de futuro. Han perdido el interés. Estos políticos han matado la esperanza.
Pero, aparte
de la Crisis, aquí reina un estancamiento ya secular, que conduce
inevitablemente al aburrimiento.
Existen demasiados signos de resignación ante un modelo de crecimiento
insostenible e irresponsable ¿Es que el gobierno de Murcia, controla las voces
de los disidentes, maneja los medios de comunicación y domina las
instituciones? ¿O es que los murcianos somos así?
Cuesta creer que murcianos de dinamita -según la expresión del poeta- sean ahora tan flemáticos, indiferentes o sufridores. Y no puedo admitir lo que nuestros regidores expresan con el eslogan: “Murcia, que hermosa eres”, ¡qué horterada! El déficit cultural que sufre esta región no es precisamente motivo para vanagloriarse.
Cuesta creer que murcianos de dinamita -según la expresión del poeta- sean ahora tan flemáticos, indiferentes o sufridores. Y no puedo admitir lo que nuestros regidores expresan con el eslogan: “Murcia, que hermosa eres”, ¡qué horterada! El déficit cultural que sufre esta región no es precisamente motivo para vanagloriarse.