A LA CÁRCEL
Niños de 12 y 13 años, detenidos por matar a tiros a un adolescente. Hay 10
arrestados en Madrid, todos menores de edad. Las peleas, dicen algunos
vecinos, son habituales en la zona. Otros se quejaban ayer (29 de Abril) de la
inseguridad.
El goteo de
violencia juvenil, preocupa cada vez más a la población general, y en especial
a políticos, educadores, psicólogos y juristas, en el empeño por encontrar
nuevos remedios educativos y medidas legales adecuadas. El debate está en la
calle entre quienes piensan que hay que castigar más y los que prefieren educar
mejor ¿Debemos gastar más en cárceles o en educadores? En general nadie quiere que la adolescencia
sea la edad de la impunidad, ni se discute que los adolescentes sean
responsables de sus actos. En lo que sí discrepamos es en qué hacer con ellos.
Más que los comportamientos, llevados a cabo por algunos chicos, lo que está
llamando la atención es una realidad familiar subterránea que aparece cuando
son los propios padres quienes denuncian
a sus hijos.
Los chicos
de hoy reciben mucho sin dar nada a cambio. No aceptan un “no” por respuesta porque están
acostumbrados a que siempre les digan que sí. En algunos casos son los que
mandan en casa; el antiguo autoritarismo de los padres ha sido sustituido por
el de los hijos. Y ¿por qué? Estamos en
una sociedad donde el grado de contaminación es
muy alto; no sólo están ciertas situaciones familiares sino también los
sistemas de valores, las creencias o planteamientos filosóficos –si es que se
les puede llamar así- que dejan a muchos chicos desprotegidos y expuestos a los
efectos de medios desfavorables. Además se les hace un flaco favor sobreprotegiéndoles.
No se les enseña a luchar contra los desafíos de la realidad, y a la mínima
frustración el chaval se hunde o
reacciona con violencia.
Hay que tener en cuenta, que la
adolescencia es una etapa crucial en la vida, y constituye un período muy
complejo. Ya Sócrates habló de los adolescentes haciendo referencia a su
carácter conflictivo: “Los adolescentes están preparados para contradecir a sus
padres, monopolizar la conversación, comer glotonamente y tiranizar a los
profesores”. Pero quizás no se ha tenido en cuenta
suficientemente la prodigiosa riqueza de esta edad, el poder de estructuración
de estos insaciables ensayos, así como la relativa pobreza de lo que le ofrece
una sociedad adulta organizada, vigilada y comercializada. Y todo ello en unos
momentos en que el ritmo de los cambios sociales se ha acelerado de tal manera
que las diferencias generacionales son más que meras diferencias de desarrollo.
Es verdad que en todas las épocas
los adolescentes han sido un problema, pero en la sociedad actual, su situación es especialmente crítica. Hay más
chicos violentos, la frecuencia de suicidios ha aumentado y el consumo de
sustancias está incrementando la aparición de personalidades de tipo agresivo.
Sería demasiado fácil culpar a los
adolescentes, cuando ellos son las víctimas de un malestar social y de un
malestar familiar que evidentemente existe ¿A la
cárcel?, sí;
pero no ellos sino nosotros, que hemos fabricado una sociedad fría que no
proporciona el apoyo psicológico necesario.