domingo, 8 de abril de 2012

A ESTE ALCALDE, LE FALTA SAL

Lo recordaré siempre, firme en sus principios pero flexible en sus actuaciones, hablador y silencioso al mismo tiempo, con el brazo tendido a los ciudadanos y con la disciplina que conlleva pertenecer a una formación política. También lo recordaré transformado en universitario triste, víctima de los manejos sucios, pero atrevido y peleón; crédulo y desconfiado con la fuerza de su personalidad original. Y el balance final: un perdedor nato debido a su honradez y rectitud. Me refiero al Alcalde de Murcia, al mejor alcalde: Aroca. Presidió el Ayuntamiento durante la transición a la democracia dejando una estela de comunicación y habilidades sociales. Sabía dialogar y delegar, dos habilidades raras en los directivos de nuestro tiempo.

Pero las cosas han cambiado, y ahora nos gobierna otro alcalde, esta vez disímil y dispar, que cuenta con el apoyo de la Murcia profunda, y al mismo tiempo con muchos ciudadanos que apoyan su gestión. Y esto tiene su mérito, qué duda cabe. Nuestro alcalde Cámara ha creado un personaje con gran variedad de roles. Con engañosa austeridad de gestos, su prestancia corporal, y las famosas miradas siempre descendentes hacen de él una persona cercana y enigmática al mismo tiempo. Maneja la sonrisa a cuentagotas y un humanismo a contrapelo, versión inquietante de una ternura soterrada o de un mutismo hostil, ¿quién sabe qué? Estamos ante un personaje muy peculiar y propio, con una carrera política meteórica, pero que “le falta sal”. El carisma, la gracia, el salero y el donaire no parecen formar parte del acervo de este hombre ¡A este Alcalde le falta algo¡

Cuando le oigo por la radio o le veo en televisión me produce sentimientos contradictorios, frena sus posibles excesos verbales pero al mismo tiempo sus intentos de comedia constituyen un contrapunto que lo hacen frágil y vulnerable: ¿a qué viene ese derroche de sal en los balcones del Ayuntamiento ? Arrojar la sal al suelo trae mala suerte, constituye un mal presagio; pregúntenle si no a los más viejos del lugar.

¡Qué lastima, tener que ver al Alcalde desperdiciar la sal, que ahora le falta! Me cuesta creer que este hombre con las capacidades que sin duda alguna debe tener, tirase la sal porque sí, más bien parece que alguien le sugirió que lo hiciera. Y ¿no pensó en ningún momento, que ese gesto suyo hiere y lesiona la sensibilidad de muchas personas mayores que creen en la psicomagia?

De momento y no sé por cuanto tiempo, mi diagnóstico es claro: A este Alcalde le falta Sal”.