EL
ORGULLO
Hace
ya 14 años, publiqué un artículo con el título: "Todos somos
maricones". Un profesor homófobo, con cargo académico, escribió que
podía curar la homosexualidad. Y no pasó nada. Lo ascendieron. Estas cosas
pasan en la Escuela de Mandarines.
Quiero,
amigo Fabio, que leas mi artículo, muy comentado entonces. Sólo pretendo que
sonrías, -hay en él ironía en exceso-, precisamente cuando hasta
los más reaccionarios, se convierten súbitamente al ORGULLO.
Todos somos "maricones"
Suena fuerte, lo sé, pero sólo pretendo contribuir a que nunca más se
use este término para insultar. Hablo del orgullo gay, y esto en un año
especial: se van a legalizar las parejas de hecho de gays y lesbianas, e incluso podrán adoptarse niños; la casa de tu
vida se le asigna a una pareja de gays; y hasta un obispo sale del armario y
escandaliza a las piadosas orejas: "yo
también soy gay".
Una condición, una tendencia que no
hace muchos años era razón suficiente para ir a Comisaría, recibir muy malos
tratos y después, según los casos, pasar a estar entre rejas, ahora se ha
convertido en orgullo, en envidia de casados, divorciados, y todos los
recelosos del matrimonio cristiano: "hasta
que la muerte os separe". En general dura más una pareja gay que la
heterosexual. ¡Qué tendrá el agua cuando
la bendicen!
El homosexual ya ha dejado
de estar encadenado, la mujer de esta tendencia abandona la tumba del silencio
del “armario". Las cadenas del
miedo, de la prudencia y de la mentira han sido reducidas a nada. Y por si
faltaba algo, el presidente Rodríguez Zapatero "les da vuelos".
Estoy a favor de la discriminación
positiva, aunque sólo sea para reparar tantos años de persecución. El que
quiera privilegios que se haga gay;
de lo contrario que lleve la cruz de "macho
ibérico" o de "mujer, mujer"
con resignación, ya que no puede con orgullo. Si hay que elegir alcalde, vecino
del año, presidente de escalera o director de algo, un mérito positivo es que
sea gay; y en el caso de formar equipo, es importante cuidar la paridad: tantos gays como heterosexuales.
Como verán, mi propuesta supera
la reforma de Zapatero. Hay que vivir con los tiempos, y ahora toca ser
gay. Es la realidad heterosexual la que
está en crisis. El hombre busca una mujer
que ha ya muerto, y la mujer busca un hombre que aún no ha nacido, por lo
que cada vez crecerá más el arco iris. Y es que el nuevo gay no es ni “maricón” ni mujer, es algo nuevo.
Confieso que he pensado mucho en este tema,
sobre todo después que recibiera, en mi puesto de trabajo, una invitación en
toda regla para iniciar un periodo de prácticas gay ¡Qué desventura la mía!
Soy antiguo, inadaptado y raro: tuve que decir que no. Y ahora con sonrojo
y confusión he de expresar algo muy confidencial: soy heterosexual. Ya me encantaría ser gay, -es
la última revolución-, pero, a mi edad, creo que yo no tengo remedio.
A pesar de
esta tendencia mía, que considero casi
un defecto, dados los tiempos que corren, quiero echar una mano al colectivo gay, y estoy dispuesto a gritar en la
calle: “todos somos maricones”, o bien, emulando al Gobierno de
Murcia, poner en los balcones, taxis y
autobuses una pancarta con letras de molde: “homosexualidad para todos”.
Octubre
2003