domingo, 2 de julio de 2017



         EL ORGULLO

Hace ya 14 años, publiqué un artículo con el título: "Todos somos maricones". Un profesor homófobo, con cargo académico, escribió que podía curar la homosexualidad. Y no pasó nada. Lo ascendieron. Estas cosas pasan en la Escuela de Mandarines.

Quiero, amigo Fabio, que leas mi artículo, muy comentado entonces. Sólo pretendo que sonrías, -hay en él ironía en exceso-, precisamente cuando hasta los más reaccionarios, se convierten súbitamente al ORGULLO.

Todos somos "maricones"
Suena fuerte, lo sé, pero sólo pretendo contribuir a que nunca más se use este término para insultar. Hablo del orgullo gay, y esto en un año especial: se van a legalizar las parejas de hecho de gays y lesbianas, e incluso podrán adoptarse niños; la casa de tu vida se le asigna a una pareja de gays; y hasta un obispo sale del armario y escandaliza a las piadosas orejas: "yo también soy gay".

         Una condición, una tendencia que no hace muchos años era razón suficiente para ir a Comisaría, recibir muy malos tratos y después, según los casos, pasar a estar entre rejas, ahora se ha convertido en orgullo, en envidia de casados, divorciados, y todos los recelosos del matrimonio cristiano: "hasta que la muerte os separe". En general dura más una pareja gay que la heterosexual. ¡Qué tendrá el agua cuando la bendicen!

El homosexual ya ha dejado de estar encadenado, la mujer de esta tendencia abandona la tumba del silencio del “armario". Las cadenas del miedo, de la prudencia y de la mentira han sido reducidas a nada. Y por si faltaba algo, el presidente Rodríguez Zapatero "les da vuelos".

         Estoy a favor de la discriminación positiva, aunque sólo sea para reparar tantos años de persecución. El que quiera privilegios que se haga gay; de lo contrario que lleve la cruz de "macho ibérico" o de "mujer, mujer" con resignación, ya que no puede con orgullo. Si hay que elegir alcalde, vecino del año, presidente de escalera o director de algo, un mérito positivo es que sea gay; y en el caso de formar equipo, es importante cuidar la paridad: tantos gays como heterosexuales.

 Como verán, mi propuesta supera la reforma de Zapatero. Hay que vivir con los tiempos, y ahora toca ser gay.  Es la realidad heterosexual la que está en crisis. El hombre busca una mujer que ha ya muerto, y la mujer busca un hombre que aún no ha nacido, por lo que cada vez crecerá más el arco iris. Y es que el nuevo gay no es ni “maricón” ni mujer, es algo nuevo.

          Confieso que he pensado mucho en este tema, sobre todo después que recibiera, en mi puesto de trabajo, una invitación en toda regla para iniciar un periodo de prácticas gay ¡Qué desventura la mía!  Soy antiguo, inadaptado y raro: tuve que decir que no. Y ahora con sonrojo y confusión he de expresar algo muy confidencial: soy  heterosexual. Ya me encantaría ser gay, -es la última revolución-, pero, a mi edad, creo que yo no tengo remedio.

A pesar de esta tendencia mía, que considero  casi un defecto, dados los tiempos que corren, quiero echar una mano al colectivo gay, y estoy dispuesto a gritar en la calle: “todos somos maricones”, o bien, emulando al Gobierno de Murcia,  poner en los balcones, taxis y autobuses una pancarta con letras de molde: “homosexualidad para todos”. 

Octubre 2003