viernes, 9 de marzo de 2012

Bullying en las Aulas

Me contaron la historia hace sólo unos días, aunque sucedió meses atrás, cuando unos adolescentes apaleaban y herían de gravedad a un compañero a la salida del Instituto. El pueblo estaba aterido y congelado. Nunca había ocurrido antes un hecho así, entre los estudiantes de Secundaria.

Llevo caminando toda la semana, abstraído y atónito. De vez en cuando me interrogo por qué el acoso escolar, al que los americanos llaman Bullying, se extiende cada vez más en los centros de enseñanza. Ya es admitido por todos que el acoso es una de las causas más importantes del fracaso escolar y del absentismo, y afecta según nuestros datos a un 4.9% de estudiantes de Secundaria; y en su forma más grave se ha detectado un 2.6 %.

Con perplejidad, veo en algunos medios, datos sobre bullying, de hasta un 25% de casos, que en mi modesta opinión no se sostienen. Sin querer polemizar con ningún colectivo o asociación, y mucho menos con expertos en el tema, estoy en condiciones de decir que esas cifras requieren una interpretación muy particular, no ayudan a la solución del problema, y promueven alarma social. A no ser que el concepto de bullying se entienda en sentido tan lato, que se aplique incluso a cualquier falta o desconsideración esporádica entre chicos; como por ejemplo: “pásame el balón subnormal” o cualquier palabra por el estilo. Puede significar falta de educación, pero en ningún caso podemos hablar de bulliyng.

En qué, consiste, pues, el bullying. Se trata de una agresión y hostigamiento psicológico que tiene lugar de forma repetida y mantenida en el tiempo contra un chico indefenso por parte de un grupo de compañeros. La víctima se siente discriminada y socialmente aislada. Se encuentra indefensa y no puede por sí misma salir de esa situación. Incluso termina por sentirse culpable.

Los agresores suelen ser físicamente fuertes, se consideran líderes informales, la relación con sus padres es conflictiva, son extravertidos pero bastante neuróticos, y su rendimiento escolar es bajo. Mientras los varones utilizan la agresión física y verbal, las chicas recurren a los bulos y la manipulación de las relaciones.

En cuanto a los acosados suelen presentar alguna característica llamativa, que les hace vulnerables, y se les apoda: “gordo”, “gafotas”, “empollón”, “cojo”... Suelen ser tímidos y retraídos; y sus habilidades sociales son escasas. Pero, independientemente de sus características personales, cualquier alumno puede convertirse en víctima en un momento determinado.

Para establecer su dominio, los agresores debilitan y reducen los contactos sociales de sus víctimas, y consiguen marginarles hasta lograr que sean rechazados por el grupo. Aunque las agresiones tienen lugar en el aula y en el patio principalmente, utilizan estrategias complejas para que todo quede oculto y los profesores no se enteren. Y si alguno es descubierto, busca coartadas que justifiquen su actuación.

El tema es muy grave, porque somete a la víctima a un estrés crónico que suele desencadenar trastornos físicos y psicológicos, y en algunos casos hasta el suicidio, como única vía de escape.

A pesar del drama personal que subyace en cada joven que es víctima de bullying, la atención y los recursos dedicados a ello son casi inexistentes.