Leo con emoción la propuesta de la
Presidenta de Rectores, para que se apadrinen universitarios. De esta forma los estudiantes
excluidos por falta de recursos, podrían matricularse y hacerle frente a los
costos que conlleva cursar estudios en la universidad.
Estos Rectores, que cabe calificar
de “emprendedores”, desentierran un
modelo que fue utilizado hasta la saciedad por la Escuela Nacional Católica. A
los niños de la postguerra -dotados pero sin recursos- se les buscaba un
padrino que supervisaba el proceso educativo, y se hacía cargo de los costos de
su formación, religiosa como es natural.
Mira por donde, a mi vuelta, me encuentro
con algo que ni en sueños atisbaba: el
gozo de ser Padrino. Y lo que más me encanta es liberar a este Gobierno de una carga que no tiene por qué ser
suya.
Y ya puesto a pedir, ¿podría
ser negro el universitario que yo
apadrine?