lunes, 4 de noviembre de 2013



ENTRE TODOS

Es el título de un extraño y emotivo programa de Televisión, que todas las tardes estremece y sacude las conciencias de miles de jubilados hasta llevarles a entregar parte de sus ingresos a quienes  previamente desnudan sus vidas ante la caja tonta. “Un programa de solidaridad”, dice  la presentadora, que vive el momento intensamente, y llora de emoción en muchos casos. La generosidad de los que llaman por teléfono para ayudar, -unos treinta mil cada tarde-, no deja indiferente a nadie.

“¿Qué tengo!”, vocifera Toñi, que así se llama la graciosa y popular presentadora. Y el público, puesto en pié, aplaude y grita: “Llamada”. Alguien  habla por teléfono y expresa su compromiso de ayudar a quienes han relatado con todo detalle el drama de sus vidas. Y cuando se consigue un donativo cuantioso, la inestimable Toñi anima el cotarro con una expresión que hace saltar de sus asientos a los asistentes: “¡Toma, toma ya…!”. En pocos minutos se ha conseguido solucionar el caso presentado. Unas veces serán los 15.000,  20.000 y hasta 55.000 euros, que hacían falta para montar un negocio, conseguir el alquiler de la vivienda, o los costos de la terapia que hay que aplicar a un niño dependiente.  Otras veces es la oferta de un trabajo con que salir de la miseria.

La gente se identifica con los “supervivientes” que hay en el plató, y dan más de lo que tienen. Son precisamente  los pobres más pobres, los más generosos. Toñi con un estilo sencillo y popular, “me seduce y yo me dejo seducir”.

¿Qué puedo decir de este fenómeno televisivo?  Nada. Cuando mi vecina Lola me sugirió que viera un programa muy interesante, que había en la TVE1, pensé que se trataba de “El Tiempo entre Costuras”.  Pero no, era “Entre Todos”. Después  de ver dos fragmentos, sólo puedo expresar mi perplejidad: “¡Qué valor tiene Televisión Española!”. Ha desenterrado el hacha de guerra de la beneficencia y el limosneo de los años cuarenta y cincuenta , para desviar la atención de las instituciones responsables del problema ¿Se escucha alguna protesta, algún comentario que ponga a los poderosos en aprietos? No, no. Como si el mal hubiera caído del cielo, no hay responsables, y es la pobre gente, la gente pobre quien debe auxiliar a las víctimas. Su generosidad cautiva a muchos, a mí también. Posiblemente yo llame al programa cualquier día, para ofrecer la mitad de lo que gano. Y todo, porque me encanta liberar a este  Gobierno de sus obligaciones.

¿Entre todos? No. Resulta que nos toca a nosotros resolver los males generados por la ambición y torpeza de los políticos. Cuando no hay buena política, se hace caridad. Y es obsceno dar en caridad lo que se debe en justicia.