domingo, 20 de noviembre de 2011

El que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón

Cuando una banda de butroneros reventó la cámara acorazada del Banco Popular de Yecla y abrió más de ciento cincuenta cajas de seguridad, el alcalde del pueblo calificó el robo de “auténtica tragedia”, al mismo tiempo que aseguraba que se “sabía que el Popular era el banco del pueblo en el que más dinero negro había”. De Vicente Maeso tengo la imagen de un alcalde capaz y con amplias habilidades sociales, pero sus declaraciones han producido en este caso perplejidad y desasosiego. Es una forma de ver las cosas, o de no verlas.

Más de una vez he discutido con amigos y colegas a propósito del dinero negro. Cuando el progreso de un pueblo está pilotado por la economía sumergida, la infracción habitual de la ley, o el interés mercantil furtivo, se convierte necesariamente en fuente de crisis. Acepto que sean muchos todavía los que exculpan la cultura del pelotazo, pero no lo respeto. Lo del alcalde de Yecla es un error, aunque sea llevado del exceso de celo; es hablar sin miramientos al Estado de Derecho y a la consideración que merecen los ciudadanos que regularmente pagan sus impuestos y declaran sus ingresos. Es sencillamente campar por sus respetos. Una vez más, un político aparece como una caricatura, y nadie, que yo sepa, ni siquiera el Consejero de Economía y Hacienda, o el propio presidente de la Región han cuestionado sus declaraciones. Este “síndrome” personal de un alcalde, provocado por el robo de dinero negro es preocupante tanto desde el punto de vista psicológico como, sobre todo, desde la perspectiva económica y política. Cuando se tiene esa concepción del desarrollo económico de un pueblo, se suele terminar generalmente confundiendo la ley con el fraude, y lo de todos con la “finca de unos pocos”.

Leo también con igual perplejidad en los periódicos que algunos de los clientes afectados por el robo de muchos millones, manifiestan que “ya no hay sitio seguro para nuestro dinero. Sin embargo, con un gran respeto a la religión, los ladrones dejaron la corona de la Virgen, que está intacta y que tiene un gran valor sentimental y afectivo para el pueblo. El dinero negro de ciento cincuenta ciudadanos, también tiene valor sentimental. Como en las patéticas guerras de un solo ejército, estos demócratas han convertido el robo de Yecla, tal vez sin querer, en el símbolo del atropello de derechos y deberes que creíamos consolidados

Por mi parte, prefiero seguir el ejemplo y buen sentir de los más viejos: “el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón”, y sobre todo si respeta la corona de la Virgen.