lunes, 21 de noviembre de 2011

NUNCA CONSIGO SER DE LOS NUESTROS

“Yo soy del Pepé, del Pepé, del Pepé…” Es el grito mudo que sale de lo más hondo. Sucedió ayer. No me apetecía votar, pero no me quedaba tranquilo, y ocurrió: Con las papeletas del PSOE, IU y Equo, me pongo en camino hacia el Colegio Joaquín Costa en el barrio de la Flota. Estoy en cola, -cola por delante, cola por detrás-; pero de pronto, empiezo a sentirme mal. Mi vecina Lola, que está en todo, me susurra que no vote a los pequeños, ni tampoco a Zapatero (sic). Le pido que hable más bajo, que se están enterando los vecinos de que no votaré cambio, (en mi barrio todos son peperos).

Voy a por la blanca (papeleta), y entonces respiro hondo, como el que se quita un peso de encima. Me pongo en cola de nuevo. “Caballero, usted va delante de mí”, dice con voz sonora la mujer del médico, mientras consulta su billetera. Me siento raro, no sé qué hacer, creo que me está observando Goyo el del perro. Dos chicas buscan en la mesita de los sobres, se cruzan, andan, se desplazan en redondo… Yo pensaba votar a Rubalcaba pero no puedo; de esa cola se desprende un tejido de paciencia y explicaciones y preguntas que une con alfileres las relaciones con mis vecinos. Sin pensarlo dos veces, voy a por la del Pepé (la papeleta), y ¡mano de santo!; desaparece súbitamente mi clandestina frustración política; esta vez tengo una fe absoluta. Sigo caminando estoicamente en esa cola, donde vamos disueltos como chorros de hormigas. Es la hora en que el mundo presiente que una fuerte lluvia va a caer. Por fin, mi voto de color azul entra en la urna; y un alivio enorme duraba más de una hora larga.

Me sentí adaptado, exculpado de aventurillas rojiblancas, y salí del Colegio tarareando mi nueva identidad: “Yo soy del Pepé, del Pepé, del Pepé…”

Me da igual quien mande. Yo le he votado a una bandera, a un líder que no lo es, a un proyecto inexistente, pero me siento a gusto porque ahora soy de los nuestros.

Abomino de socialistas, verdes, ecologistas, indignados, de izquierdas o quién sabe qué; y me adhiero al discurso único, con emoción.