sábado, 30 de marzo de 2013

NAZARENOS

"No sin inspiración divina", anunció desde Caravaca: “Si estás desempleado, no te preocupes. El Señor pondrá un Samaritano a tu lado para que te ayude” y se fue a rezar. Me quedé de piedra, porque no había caído que la solución de los parados no está en acuerdos internacionales, medidas del gobierno, convenios de empresarios y sindicatos, sino en algo tan a la mano como la intervención de un samaritano.
Oigo decir a un marchante de la huerta, que “el que no trabaja es porque no quiere”. También esto me sorprende. Llevo dos semanas pensando  en este obispo, que  estudió lo justito, y en el marchante de Patiño, travestido en empleador. Después he buscado ansioso al samaritano, por si las moscas, pero no. He pateado Lorca,  Caravaca, Águilas, Molina de Segura…, y, eureka; aunque sólo he encontrado unos “nazarenos”, pocos, dispuestos a llevar la  cruz del paro. Uno de ellos presenta una propuesta inteligente: Apela a Jesús Abandonado, (que precisamente nunca estuvo tan desvalido y desamparado). Es decir, que después de estar durante horas en la cola del INEM, tú puedes ir a  Jesús Abandonado, para tomar un “bocata”. Me han dado ganas de gritar. Efectivamente he gritado. "Yo grito, tú rezas, él canta. El grito es el primero.

                                                                     

 Hace unos días visité la UCAM, y les prometo que encontré clarividencia. "El Cardenal" Mendoza tiene soluciones porque tiene poder, mucho poder. Afirma el Cardenal que dispone de samaritanos suficientes para que cada parado lleve su lazarillo. Si esto es así, que no lo dudo, viniendo de un hombre tantas veces bendecido por Benedicto, yo también deseo  perder  mi empleo, a cambio de un lazarillo-samaritano, ¡qué gozada, tú! Además, el hecho de que haya tantos samaritanos como parados, me tranquiliza.
Este obispo sabe latín  y “dio en el clavo” al hablar, no sin inspiración divina. Lo que pasa es que le faltan recursos; precisamente lo que a Mendoza le sobra.
Por mi parte, desde hace unos días, ni grito, ni canto. Ya no tengo otro oficio que sólo rezar es mi ejercicio.