“Yo y los Perros”
Escribo sobre el lamentable episodio del domingo 27
de Octubre, donde perdí "la izquierda". Me refiero a la
parte izquierda de mi cuerpo que quedó herida y mal herida. Fueron testigos
unos afables y graciosos perros -que alguien abandonó- y que yo tengo
semi-adoptados. Desde hace tres meses acuden al Cortijo pidiendo
alimentación y afecto. Ahora, quiero que comparezcan en calidad de testigos,
porque así no pueden mentir; y que cuenten lo que pasó en realidad. Sé por el
pastor que andan buscándome desde entonces y su estado de ánimo no es bueno.
Eran las cinco y media de la tarde del domingo 27 de Octubre de 2013,
cuando “yo y los perros” iniciábamos una carrera de velocidad en
el paraje Cortijo Blanco del Valle de Guadalentín. Se trataba de
correr 400 metros lisos, al son de las perdices que cantaban muy cerca. Yo, un
hombre ingenuo de edad provecta, y ellos sin cumplir todavía los cuatro meses,
éramos los únicos competidores de tan singular carrera.
El terreno era relativamente llano, con algunas motas, y una vieja boquera
de origen árabe. Antes de los cien metros, se acabó todo. Las imágenes que
tengo son confusas: no hubo ningún tropiezo, ni resbalón, ni obstáculo que
impidiese avanzar. Como si las piernas se hubiesen quedado muy atrás, sólo
tenía conciencia de medio cuerpo tirado en el suelo, que intentaba incorporarse
sin conseguirlo; y unos perros a mi derecha, esperando a su “amo” (¿se dice
así). Ni idea de cómo se produjo el accidente. Estaba anocheciendo y no había
nadie que prestara auxilio. Media hora, tres cuartos de hora, una hora…, no
acierto a precisar el tiempo. Tenía heridas en la pierna izquierda, en la parte
izquierda de la cara, en el ojo izquierdo, y una grave y dolorosa fractura de la cabeza del húmero
izquierdo, como después pudo comprobarse. Fue un joven desempleado (¡qué
cosas!) quien me llevó al hospital. Ahora estoy recibiendo abundantes cuidados
de quienes me quieren en exceso. Pero “mi izquierda” no funciona,
y apoyarme en la derecha, constituye un problema. Nunca fui de derechas.
Los perros,
que viven en su habitad natural y vienen al cortijo a comer y a jugar,
estuvieron conmigo todo el tiempo, a pesar de estar de noche. Cuando pude
ponerme en pié, me acompañaron para pedir ayuda.
Hoy, día extraño y largo de
noviembre, meditaba yo en esos accidentes de la vida, de los que siempre
aprendí. Saludaba a mi destino por tanta y tanta treta, cuando de repente
recordé los 400 metros lisos que aún quedan por correr.
DOS COMENTARIOS
J. M.E. Universidad de Murcia
“Querido Pepe, espectacular el
relato "Yo y los perros". Tanto que casi he llegado a pensar
que realmente ocurrió el
accidente, y lo demás. Es de lo mejorcito que te he leído. Enhorabuena.
Un abrazo".
J. Buendía: Ya me gustaría, que fuera ficción, pero todo es real. Ahora ya no tengo coche, ni salgo de casa, ni cojo aceituna del Cortijo Blanco, ni estoy en la almazara cuando se moltura…, ni tengo otro oficio, que sólo en pensar es mi ejercicio. "El placer de pensar", le llamo yo.
Paco Ramos. Salamanca
"Tus perros te llevaron a un tiempo de lozanía y juventud. Tus huesos te dijeron que ya no estaban para esos trotes y tu cerebro se quedó circunspecto (inhibido) sin saber que decidir, y claro vino la caída que provoca una profunda reflexión sobre la ilusión y la realidad de la vida. Buen pan, buen vino y buen aceite te ayudará en esa profunda reflexión. Eso está ahora a tu alcance, no lo desaproveches.
"Tus perros te llevaron a un tiempo de lozanía y juventud. Tus huesos te dijeron que ya no estaban para esos trotes y tu cerebro se quedó circunspecto (inhibido) sin saber que decidir, y claro vino la caída que provoca una profunda reflexión sobre la ilusión y la realidad de la vida. Buen pan, buen vino y buen aceite te ayudará en esa profunda reflexión. Eso está ahora a tu alcance, no lo desaproveches.
Otras
cosas que provocan el gozo de vivir, volverán, pero más adelante.