Notas
de un Desempleado
He querido ponerle rostro
a la estadística, tomarle el pulso a la angustia, llamar con nombres y
apellidos a los que están en el paro, observar la depresión en sus múltiples
facetas, palpar la magnitud de la desolación.
Muchas personas viven el
drama del desempleo, pero casi nadie les ve. Se trata del Síndrome de la Invisibilidad. Además, en muchos casos, los desempleados
ocultan su situación. No es fácil disponer de una radiografía de los
desempleados, porque las cosas no son como parecen.
Observa, querido Fabio, la ciudad de Murcia.
Los transeúntes pasan, los automóviles, cada vez más automóviles, circulan. Las
tiendas, los restaurantes, los cines, las oficinas… Todo funciona.
A primera vista, la vida continúa amable,
entretenida elegante, incluso erótica. La civilización transcurre
imperturbable... Pero son muchos los que
sufren trastornos del estado de ánimo;
son muchos los que encuentran amarga la vida. Hay trabajadores de la industria
y de la construcción, casados y solteros, mujeres separadas con niños o sin
ellos, jóvenes con estudios y personas mayores sin cualificación…Todos ellos
abocados a la desesperación. El impacto del desempleo es tremendo.
Jesús,
49 años,
ingeniero mecánico. Quince años en la empresa. Después de una larga
conversación en la calle, me invita a subir a su casa. Saca un cuaderno de
notas, y lee algunas de las cosas que ha ido escribiendo a lo largo de ese
largo proceso. Así lo cuenta:
Septiembre 2016:
Vuelvo
de vacaciones y me despiden. No me dicen por qué. Me quedé perplejo, no
entendía nada. Otro compañero y yo habíamos organizado desde su origen la
empresa que funcionaba muy bien, pero ahora ya no interesaba mi presencia allí.
Creo que todo se debe a mi actitud crítica ante algunas decisiones de la
dirección.
Marzo 2017:
Supero mi estado de ánimo,
volviéndome hiperactivo. Trato de no pensar en el paro. Es verdad que no cuento
con ahorros, pero ya pagué la hipoteca del piso, y espero encontrar otro
trabajo. Lleno el tiempo haciendo tareas de carpintería y pintura en la vivienda.
Paso horas leyendo y oyendo música, y por la noche, a veces, salgo.
Diciembre 2017:
Le doy muchas vueltas a la
cabeza. Visito empresas, y presento mi currículum en todas partes, pero las
gestiones no dan fruto. Estoy desanimado, y empiezo a estar muy nervioso. Mi
mujer dice que ya no soy el mismo, le contesto mal por cualquier cosa. Apenas
duermo y he tenido que cambiar de habitación para no molestarle. Sobre todo me
preocupa la reacción de mi hija de 16 años, que veo que sufre por la situación.
“No tienes que preocuparte tanto, verás como encuentras algo”, me dicen. Pero
yo así no puedo seguir. La situación económica es insostenible, y además siento
vergüenza ante familiares y vecinos. Tengo dolores de cabeza y algunos
problemas digestivos. No quiero ver a nadie.
Enero 2018.
Estoy muy mal, y ya ni
siquiera busco empleo. Paso gran parte del día durmiendo o viendo la televisión.
Mi vida no tiene sentido, pienso. Mi mujer ha empezado a echar horas como
limpiadora. Esto me humilla aún más. Este largo proceso se me hace
insoportable. Se me ocurren muy malas ideas, pero las atenciones de mi mujer, y
el cariño que siento por mi hija, me dan fuerzas para seguir adelante.
Marzo 2018:
Mi hija quiere irse a
Palma de Mallorca con sus primas, pero no puede ser. Ya no hay vacaciones, sólo
un túnel sin salida. Salgo todos los días a caminar…
Abril 2018.
Mi amigo Paco me trae una
buena noticia. Sus gestiones han dado resultado. Me llaman para una entrevista
de trabajo el lunes 23 de Abril. Dice Paco que les gustó mi currículum, y que
el único “pero” que han puesto es la edad. Cuarenta y nueve años les parece muy
mayor. Veremos.
P.D
Los
periodistas de La Información preparan un reportaje sobre el tema, me
hacen una entrevista. Mientras los pensionistas salen a la
calle, y las mujeres toman el poder, los desempleados todavía permanecen con el Síndrome
de la Invisibilidad.