lunes, 6 de junio de 2011

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS


Waiting for the barbarians es una obra moral sobre la convivencia de las diferencias, pero también sobre el poder y la degradación de la humanidad en situaciones de miedo. Y les confieso que da miedo escuchar al cardenal de Toledo, o al presidente in péctore, levitando detrás, delante, al lado… de un tal Camps, esta vez en mangas de camisa.

No puedo ser anticlerical porque no me sale, y tampoco quiero contrariar al próximo presidente, que ha tenido que esperar mandato-y-medio por culpa de la consabida conspiración. Lo he intentado varias veces y no me sale. Lo siento.

Pero hay algo más. Ayer aparecía la foto de Putin y de Ratzinger, sonrientes y unidos; y a mí me dio un subidón ¿anticlerical? Aparecen juntos pero sin la periodista Anna Politkóvskaya eliminada por el primero, y sin el teólogo Jon Sobrino finiquitado por el segundo. No hablaron de derechos humanos, señala la agencia de noticias, para facilitar el entendimiento. La entrevista quedó muy bonita. No podía ser de otra forma, tratándose del ex-capo del KGB y del ex-jefe de la Inquisición.

Necesitan enemigos, necesitan anticlericales, pero de estos últimos no hay. Ni siquiera Jiménez Losantos los encuentra ya entre la gente corriente. Pero ¡Santo Cielo! ¡Vuelve la Iglesia!, dice el Roto, al tiempo que muestra un robusto y adornado báculo capaz de provocar miedo hasta en el más pintado. La iglesia y la derecha actúan en total sintonía para implantar una variante española de la revolución liderada por los de las Azores. Una cosa he comprendido claramente con los años, y es que estas organizaciones son reaccionarias por naturaleza, fanáticamente inmovilistas, y solidariamente interesadas en aquel orden que favorece a la minoría de siempre.

Waiting for the barbarians del Nóbel sudafricano Coetzee es enormemente interesante. Esperando a los bárbaros, es la actitud fantasmagórica de muchos ante las rígidas posturas, intransigentes, propias de la brutalidad de una jauría humana en caza al diferente o en guerra preventiva. Pero también la invitación a dialogar en busca de una posición serena, de un posible retorno a la sensatez y al respeto de lo diferente, si queremos evitar la degradación civil.

En este sentido, Esperando a los bárbaros puede significar no tanto la llegada del bárbaro en cuanto barbarie, como es el caso de los nuevos cruzados; sino del bárbaro como desconocido, ya sea senegalés, latinoamericano, o de cualquier otro lugar de la tierra. ¿Y si los bárbaros fueran como nosotros?

www.josebuendia.blogspot.com