domingo, 24 de julio de 2011

LOS PECADOS SON PARA EL VERANO



“Se peca masivamente”, dijo el Cardenal de Madrid; y si lo dice un obispo, eso va a misa. “El diablo y los demonios se dedican a tentarnos por envidia”, así comienza el Compendio del Catecismo que escribió Ratzinger cuando era cardenal, y que ha publicado el Vaticano. Es un libro de gran interés social, político y sobre todo religioso. Te recomiendo que dejes, de una vez, la Sombra del Viento o el Último Catón. Aparta de ti también el Código da Vinci, que dicho sea de paso es un “coñazo”, además de irreverente; y coge en tus manos el Catecismo de Ratzinger: 205 páginas, es decir asequible a todo tipo de lectores; 15 imágenes sugerentes y atractivas; y un apéndice con oraciones, que tanta falta hacen.
Es una joya de libro; los Pérez Reverte, Stephen Hawking, Javier Marías o Günter Grass no son comparables con esta obra. En la playa, en la montaña o mientras aguantas una larga espera en el aeropuerto, te vendrá de muerte echar una ojeada al libro del verano y sortear las asechanzas del Maligno. ¿Qué te parece?

Quiero desvelar, -por si algún lector aún no conoce el contenido del libro-, algunas de las cuestiones más útiles y provechosas, para los tiempos que corren: “¿Qué pecado se comete, cuando viviendo el consorte, alguien se une con otra persona? Grave pecado de adulterio. Se hallan en permanente estado de pecado y no pueden recibir los sacramentos, todos los convivientes y los unidos sólo en matrimonio civil”.“¿Cuáles son los mayores pecados contra la castidad? El adulterio, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución , la violación y los actos homosexuales. Esos pecados son la expresión del vicio y la lujuria”. Si esto es así, -que no lo pongo en duda, viniendo de un hombre 16 veces bendito-, en efecto, “se peca masivamente”; y el cardenal Rouco, al menos por una vez, tiene toda la razón, ¿o no? Sumemos los “convivientes”, matrimonios civiles, los homosexuales que son cantidad, los que provienen del divorcio, los adolescentes que se masturban, y los que tienen alguna aventura extramarital , y aquí no se salva ni dios. Por eso este libro viene como anillo al dedo, como el bálsamo a la herida, y como el chocolate al loro.

¡Ojo!, el diablo nos tienta siempre, pero con más ardor en verano. Y este no es un verano cualquiera: las altas temperaturas, la sequía para todos, y el estrés acumulado de todo un año presagian pecado, mucho pecado. Además, todo esta diseñado para que suceda así; basta con pasearse por cualquier población mediterránea para darse cuenta del fenómeno: la playa, la gastronomía, discotecas, discretos apartamentos..., junto a otros factores como la disponibilidad de tiempo, o el alejamiento del medio habitual, conforman un estado psicológico que incita a buscar nuevas “aventuras”; y favorece los “amores de verano”, que se caracterizan por ser intensos y pasajeros, pero que dejan muy buen recuerdo.

Claro, que hay pecados y pecadillos. Lo que se dice pecado-pecado son los que ya he señalado sobre “el vicio y la lujuria”; y las faltas o pecados menores tienen que ver con la injusticia social, la corrupción, el enriquecimiento súbito, el mobbing o acoso en el trabajo, el engaño y la pasividad ante la pobreza; es decir pecadillos que es necesario confesar, pero que con ellos se pueden recibir los sacramentos.

A mí el catecismo de Ratzinger me ha hecho regresar a la infancia, y ha servido de momento para reorganizar mis vacaciones sin riesgo de pecado. Me encanta este libro porque es práctico, ilustrado y didáctico. Ahora lo tengo claro: “leña al mono”, porque los pecados son para el verano.