lunes, 4 de julio de 2011

AUTOENGAÑO


Nos engañamos a nosotros mismos todos los días. Se engañan las autoridades, los directivos, los inversores, los periodistas, los políticos… El autoengaño es una práctica común y peligrosa porque nos aleja de la realidad, y el precio que pagamos por vivir en la mentira es muy alto.

Hace algún tiempo publiqué un artículo sobre la arrogancia y el desprecio por las opiniones de los demás que aqueja a quienes tienen poder. Precisamente, la crisis global financiera tuvo su origen en este síndrome. Hasta un análisis superficial de los líderes de algunos de los grandes bancos que se desmoronaron, o de los líderes políticos que intervinieron, pone de manifiesto que el autoengaño subyace a todo. Los bancos llevan varios años tasando inmuebles que saben que están absolutamente sobrevalorados. Aun así, a final de año presentan cuentas con beneficios desorbitados. El autoengaño es un mecanismo que ha sido seleccionado para servir al engaño e impedir su descubrimiento.

Por otro lado, el autoengaño es un síntoma de inteligencia. Consiste en engañarse para que las cosas sigan funcionando, y “si sucede lo peor, ya lo arreglaremos”. Este mecanismo psicológico actúa como tranquilizante, nos permite reducir la incertidumbre y nos brinda una ilusoria sensación de control. Pero al mismo tiempo genera disfunciones como la incapacidad para reconocer errores, objetivos poco realistas, necesidad de parecer perfecto, actividad compulsiva... La gente también sabe de su existencia, cuando dice: "a ese se le ha subido el cargo a la cabeza" o "no hay quien le diga nada”. Hay un desorden narcisista de la personalidad de cuyo espectro es posible que el síndrome de autoengaño forme parte. Por eso es necesaria la alternancia en el poder. Ocho años son más que suficientes para estar en el cargo.

Es necesario, por tanto, alertar a tiempo y tomar medidas. El líder todopoderoso, el que lo sabe todo, el que no se rebaja a consultar con nadie ni a informarse es el que va a cometer más errores. En estos casos no hay que buscar exculpaciones a su comportamiento. Si ocupan un cargo hay que juzgarlos con los criterios más estrictos. No hay ninguna obligación de presentarse a un cargo democrático, pero quien lo hace, tiene que actuar con la mayor transparencia.

Algunos directivos se caracterizan precisamente por estos rasgos de torpeza emocional. Hacen de la mentira o el cinismo una herramienta, tienen una equivocada noción de sí mismos, y su gestión está contaminada por la necesidad de poder. Por el contrario, el buen gobernante está atento a los cambios de la realidad, evalúa continuamente sus conocimientos, se detiene a reflexionar si las metas que establece son realistas, y evita permanecer demasiado tiempo en el poder.

He estado pensando acerca de directivos sujetos al autoengaño, y son legión. Con una mirada irónica pero tierna, señalaré algunos de los más cercanos: El Rector de la UMU , -como ya he escrito en otro lugar-, se auto-engaña. Su confrontación con la Privada, le lleva a chocar contra la diplomacia vaticana del “Cardenal” Mendoza. Yo le llamo cariñosamente así por su estrecha relación con Ratzinger. Como es lógico, el dueño de la UCAM también se auto-engaña. Tanto poder religioso y político, -cuenta incluso con el apoyo del gobierno regional-, necesariamente aliena.

Otra víctima de autoengaño, esta vez en estado avanzado, es el alcalde de Murcia. Ocupar un cargo público durante tantos años, le lleva a hacer uso de este mecanismo psicológico para tener la sensación de control. Cámara tiende a disimular ante los problemas de Urbanismo, Nuevas Condominas, San Esteban… El poder le incapacita, pero no es consciente de ello.

También se auto-engaña el presidente Valcárcel. No ha tenido más remedio que seguir en el cargo. Bien le hubiera gustado ser parlamentario europeo, senador, diputado, o ministro, -aunque en lo de ministro ¡todo se andará!-. Gobernar durante veinte años la Comunidad Autónoma de Murcia, sólo es posible bajo el mecanismo psicológico del autoengaño, que permite, entre otras cosas, reducir la incertidumbre.

Se auto-engaña Pedro Saura, secretario general del PSRM al considerarse imprescindible. La noche del 22M, -si no antes- debió dejar el cargo. Ahora su partido necesita cuidados intensivos, que, desafortunadamente, no puede prestar la actual dirección.

Dejo en manos del lector la tarea de clasificar a tantos auto-engañados. Analizar el perfil de personalidad, la ambición desmedida, el complejo de inferioridad que muchos pretenden compensar con el sillón del poder, puede constituir un sano divertimento.

Un aspecto relevante, por tanto, en la casuística psicológica es el fenómeno del autoengaño. Podríamos calificarlo de inocente, humorístico, perverso, piadoso, útil, y sobre todo inconsciente. Así, una persona afectada de adición al poder, ignora su temor a convertirse en ciudadano corriente. Tras la conducta de lucha política, se esconde, con frecuencia, su obstinación de no aceptar el carácter obligatoriamente incierto de la vida.