Como profesor de la Universidad Pública durante más de tres décadas, estoy indignado. He comprobado cómo, cada vez más, se impone la ley no escrita de la sumisión, y son muchos los que callan porque temen las consecuencias de sus discrepancias.
¿Debe decir uno lo que piensa en la Universidad? Por propia definición es el lugar de la libertad y de la universalidad de las ideas. Hacer universidad es algo más que conceder títulos. Es sobre todo aprender a pensar, considerar casi todo desde perspectivas múltiples, poder escapar de las prisiones ideológicas… Pero aquí y ahora la pasividad de la universidad ante las Nueva Realidad es inquietante.
Por otro lado, veo a la mayoría de los políticos convertidos en falsos libertadores. La democracia que nació como lucha hacia la igualdad se está convirtiendo en una entelequia, precisamente por la degeneración intelectual y moral de nuestros políticos.Observo con interés el espectáculo de miles de jóvenes, mostrando su indignación ante una sociedad corrompida.