lunes, 24 de octubre de 2011

PSICOLOGIA DEL GALARDÓN

En Murcia, tenemos miedo de parecer competitivos y nos da vergüenza el éxito, hasta el punto de que cuando algunos lo logran, no se les reconoce hasta muy tarde. Hizo falta que muriera José María Párraga, por ejemplo, para que se promoviera desde el poder una exposición de su obra, e incluso que el nuevo Museo de Arte Contemporáneo lleve su nombre. En otros casos ese reconocimiento nos ha venido impuesto desde fuera, y, claro, no hemos tenido más remedio que sumarnos a destiempo. Es el caso de Paco Rabal y de Pedro Cano.

Sin embargo los galardones vinieron muy tempranamente para algunos, aunque era discutible el mérito o el motivo; y el poder “se ensañó" con ellos, (sólo unos cuantos), hasta el punto, yo creo, de hacerles pesada la vida por mor de las condecoraciones. No es fácil caminar erguido cuando se llevan tantas medallas y distinciones. ¿Y por qué a los mismos siempre?

Pero el procedimiento para merecer un premio, es muy otro. Hace falta mucha psicología. Con frecuencia, en el círculo íntimo de las personas que tienen poder, se ven personajes mediocres, seguros postulantes a medalla: intelectuales aburridos, periodistas sumisos, profesores desocupados...Están a su alrededor. Así empieza esa extraña relación, que conducirá inevitablemente a una medalla.

Cada vez son más las instituciones, organizaciones y obras piadosas que se apuntan a la “psicología del galardón”. Pero, ¿existe una psicología de las condecoraciones? Evidentemente. Para merecer un premio hace falta mucha “psicología”, repito. Galardones, premios, homenajes, distinciones… Sólo en un fin de semana ha habido en Murcia hasta tres entidades distintas que han entregado sus galardones ¿A quiénes? A los mejores, naturalmente. Pero ¿lo merecían? Lo importante es conceder trofeos, que eso prestigia a la organización que los concede. Es una forma de alcanzar la “excelencia”.

Un caso curioso y contradictorio fue el del Ayuntamiento. Se trataba de dedicar una calle a Marcelino Camacho. En el Pleno, el PP votó en contra, por lo que no habrá calle con ese nombre. He oído las quejas de algunos, y en un primer momento me han contagiado su malestar. Pero pensándolo más detenidamente, digo yo: ¿Y para qué quiere Marcelino Camacho una calle? ¿Y cuál es el vínculo tan especial de Marcelino con Murcia para tener una calle? ¿Y por qué tanta prisa en concederle ese honor a un sindicalista que siempre criticó las condecoraciones?...

Es verdad que el alcalde Cámara, tan prolífico cuando se trata de galardonar a otros personajes y personajillos, tendría que haber aceptado la propuesta de Marcelino por tratarse de un personaje emblemático de la transición. Pero comprendo que el alcalde no está ahora para “frivolidades”. Tiene temas muy serios sobre la mesa como para pensar en “la calle”, que siempre constituye un problema. Observen si no lo difícil que resulta dedicar una calle en situaciones de urgencia: Se trataba de los hermanos Cerón del barrio del Carmen, y por lo visto, no había calle disponible para esos tres hermanos, -que dicho sea de paso no eran sindicalistas- pero nuestro regidor tuvo la genialidad de seccionar la calle Princesa, y dedicar una pequeña parte a los hermanos Cerón. Es una micro-calle, y en ella sólo hay una iglesia, un colegio y un instituto. No hay viviendas ¡Y cómo se las arreglará el cartero para identificar a unos vecinos inexistentes!

Esta genialidad de nuestro alcalde, es la que yo propongo para los casos de urgencia. Cójase una avenida suficientemente larga, y divídase en tantos tramos como candidatos hay en lista de espera. De esta forma encontrarán acogida en su momento, alcaldes dimisionarios, políticos disciplinados, rectores de universidad, promotores de festejos, especialistas en la lengua murciana etc. Pero ¿se lo merecen? Y ¡qué más da! Ya he dicho que las condecoraciones tienen su propia psicología. Podríamos hablar incluso de psicopatología: la psicopatología del galardón. La proliferación de galardones y la arbitrariedad en su concesión, está a la vista.

Pero, ¿son buenas las condecoraciones? Pienso que la gente debe luchar por el éxito, y quien lo hace mejor, debe recibir honores. Una sociedad que huye de la competencia está más amenazada por la envidia; y cuando alguien destaca en su profesión, le acusan enseguida de afán de protagonismo. Pero sólo los que buscan protagonismo mueven la historia. El que no aporta nada es el que sólo busca un sueldo fijo del Estado, para toda una vida mediocre. ¿Será también postulante a medalla?