viernes, 10 de febrero de 2012


LOS UNIVERSITARIOS Y EL JUEZ GARZÓN

Nunca me sentí más joven. No conocía estudiantes tan inquietos y con tanta curiosidad y fascinación por el Conocimiento. Alrededor del Palacio de Congresos se agolpaban conforme iban llegando a Santiago de Chile desde Valparaíso, Concepción o Valdivia; pero también desde países como Costa Rica, Uruguay, Panamá, México y Venezuela ¿Qué buscan estos chicos?, ¿qué dicen?, ¿qué gritan?, ¿qué les preocupa?, ¿qué preguntan a los profesores?

No hablan de aprobados y suspensos, no fotocopian apuntes ¡Piden libros! Los últimos libros publicados en España sobre su especialidad; acorralan a los profesores de aquí para consultar, interrogar, y diluir de alguna manera su enorme embeleso. Después salen a la calle, agitan las pancartas a favor de los más desfavorecidos, gritan que se haga justicia. Estos universitarios están comprometidos con el futuro.

Pero yo me escaqueaba de las sesiones científicas, para ver con detalle la casa de Neruda, el palacio de la Moneda, y especialmente la tumba de Víctor Jara, que, como saben, ocupa todo el estadio de fútbol. “Te recuerdo Amanda”, sonaba todavía ante aquella multitud de “convocados” por Pinochet.

Seguro que habrá Infierno, dice Benedicto 16. Pero yo no me lo creo, Pinochet tampoco. El Infierno está aquí; para el dictador no. La comisión de expertos nombrada por el Juez Garzón -con la que yo tuve el honor de colaborar- declaró que el dictador, detenido en Londres, estaba mentalmente apto para ser juzgado. Pero los británicos le dejaron escapar.

Regreso de mi viaje, y veo que “España va bien”. Sólo los políticos y los banqueros alteran el orden público. Nosotros pasamos de la algarada y del enredo para ocuparnos de un Juez que ya no es Juez. La Condena de Garzón nos hace retroceder décadas, y agrava la delicada situación del Estado. Pero, a cambio, pone de manifiesto “la independencia del poder judicial” ¿O no?