domingo, 27 de diciembre de 2009

DEFENDER LA CIUDAD

Sabes qué dice Nietzsche? Querer llegar a la certeza
en el saber es como querer andar sobre seguro:
una cobardía. Hay que poner manos
a la obra; el sólo hablar no basta.

Es difícil imaginar el destino del ser humano en un escenario distinto al de la ciudad. En ella somos actores y espectadores, unas veces participamos en actividades colectivas mientras que en otros momentos vivimos nuestra propia soledad. Plaza y espacio público, morada y lugar de identidad, la ciudad marca con sus ritmos cada uno de nuestros asuntos, desde los más triviales hasta los más sublimes.

En esa compleja creación todo es posible; somos como la ciudad que habitamos. Nosotros la hemos creado pero ella a su vez nos ha creado a nosotros. Es verdad que para algunos, la ciudad aparece como la que produce delincuencia y crea insolidaridad: ruidos, polución, averías, aglomeraciones o accidentes. Sin embargo, la vida urbana no es solamente limitación y amenaza. También es, y sobre todo, una realidad con un cúmulo de recursos materiales y humanos que pueden ser utilizados para el ejercicio de la libertad, para la construcción de lo social, y para la constitución de la ciudadanía.

La sociedad murciana está ávida de rumbo. La velocidad de sus transformaciones, lo inesperado de sus cambios y el clima de infracciones urbanísticas que domina el ambiente son los síntomas más claros de esta necesidad. El regidor continúa viendo la ciudad como un plano sobre el cual se puede intervenir fríamente sin tener en cuenta la realidad social y la historia cargada de sentimientos. Pero los cambios y transformaciones de la ciudad son y deben ser cambios cargados de historia, de sueños individuales y de proyectos colectivos. Reducirlos a un concepto estrictamente técnico o político es volver a la anti-ciudad, preámbulo de la barbarie. Y no estamos lejos de esta situación en Murcia.

En materia urbanística ya no es posible empeorar más. La arbitrariedad se ha apoderado de la población. En vez de hablar, con Levi-Straus, de la ciudad como una sinfonía, como obra de arte colectiva, tenemos que ocuparnos de estrés, de malestar, y de psicopatología del espacio urbano. Las últimas intervenciones en materia urbanística demuestran que la ciudad sigue siendo una masa maleable, de infraestructuras costosas e inútiles, de tranvías que no conducen a ninguna parte…

Es momento de volver a pensar la ciudad: como lugar de encuentro; como espacio de multiculturalidad y de tolerancia. Si no actuamos pronto, nos echarán de ella, después de arrebatarnos lugares emblemático como ha ocurrido recientemente con el Malecón. Y nos conducirán en coche, -esta vez sí-, a la ciudad encantada: la de cartón-piedra, la de los grandes almacenes y las nuevas condominas.

Los ciudadanos tendremos que organizarnos para defender el espacio vital, igual que hemos hecho con el yacimiento árabe de San Esteban. Tendremos que exigir que no se malgasten los fondos públicos en obras inútiles que responden más a razones políticas que a necesidades de los ciudadanos.