martes, 1 de diciembre de 2009

EL ALCALDE NO ESTÁ

La única fama injusta que tiene Cámara es la de buen alcalde. Gracias a él, se van a conservar los restos islamistas de San Esteban. Se le ha visto allí noche y día para que nadie toque o destruya ese maravilloso hallazgo. En esta Murcia “canalla”, siempre dispuesta a desprestigiar las buenas intenciones, no es fácil sobrevivir a la reputación de buen alcalde, sobre todo después de un largo mandato. Cámara sí; ya ha pasado a la historia, aunque sólo sea por lo de San Esteban, que lleva camino de convertirse en sus señas de identidad.

Hoy, un conocido periodista de la Opinión dice que “el alcalde no va donde tiene que ir” refiriéndose a sus “múltiples visitas” a San Esteban. Y “pa qué quiés que vaya”, - dirá Vicente Medina-, si depende precisamente de él, en cierta medida, el expolio que se está llevando a cabo con el mayor yacimiento árabe de toda Europa.

El jueves 26 de noviembre se le echó de menos en la reunión convocada en el colegio de arquitectos. Algunos colegas, alarmados ante lo que estaba ocurriendo, preguntaban por él. Después, ya de madrugada, estuvimos esperando su llegada, mientras se tramitaban las denuncias ante el Seprona. Ni está ni se le espera, dijo alguien recordando aquella frase histórica. ¡Bien que le hubiera gustado al alcalde charlar con los vecinos!, pero eran muchos (170); y comprenderán que un político tan influyente no se va a mezclar con gente cargada de razones.

Desde los años de la transición he conocido a distintos presidentes de la corporación municipal. Siempre estará en nuestro recuerdo el alcalde Aroca, con el brazo tendido. Sabía dialogar y delegar. Cámara es otra cosa. Se trata de un alcalde disímil y dispar. Ha creado un personaje con gran variedad de roles. Con engañosa austeridad de gestos, y las famosas miradas siempre descendentes hacen de él una persona enigmática. Maneja la sonrisa a cuentagotas y un humanismo a contrapelo, versión inquietante de una ternura soterrada o de un mutismo hostil, ¿quién sabe qué? Estamos ante un personaje muy peculiar y propio.

Desde hace unos días, llevo dándole vueltas al mismo tema: ¿por qué Cámara no visita San Esteban? ¿Por qué no acude a las reuniones de los vecinos? ¿Por qué no muestra sensibilidad alguna ante un yacimiento de incalculable valor? Tiene que haber un motivo… ¡Ya lo tengo! Esos ciudadanos no son de fiar. Son personas que conocen bien el tema, y no son de fiar. Cámara tiene miedo, y no sale de su despacho. Se pasmó al ver a gente pacífica, cargada de valores y razones; y esto inquieta a cualquiera.

Desconozco cualquier dato acerca de la clausura y recogimiento de Cámara. Imagino ocupaciones posibles, le atribuyo impedimentos, busco voces, supongo olvidos… ¿Cómo se deja a la gente en la calle a las dos de la mañana, tramitando denuncias ante el Seprona? Los miembros de la Plataforma ciudadana por la defensa del patrimonio arqueológico no son atendidos, pero sí vigilados. Desde la Glorieta supervisan diariamente contactos, conversaciones, reuniones; inspeccionan el comportamiento colectivo; y controlan cualquier movimiento que se aparte del pensamiento único. Y para sonrojo de muchos, el alcalde ni está ni se le espera.

Pero esta vez va en serio. El comportamiento de la gente me lleva a pensar que estamos ante un hecho significativo. Los ciudadanos recuperan la voz. Bien haría el alcalde en estar donde debe estar.